
01 Dic Una nueva mirada para esta semana
Una mirada nueva en este tiempo de adviento.
Una mirada tan nueva, tan llena de absorción por todo lo que observa y mira que es capaz de oler el perfume de los árboles recién podados.
Esta primera semana de adviento se nos llena con la belleza que creamos a partir de lo que miramos.
No existen en el mundo tantas cosas feas, no si sabemos mirarlas con los ojos de la esperanza y de la fe, con los ojos del amor.
Jesús sabía mirar de otra manera, no sé, como con detenimiento, sin prisa, saboreando, como si tocara las cosas, las personas, las situaciones.
Jesús se dejó enseñar para poder captar más allá de lo que su vista, humana, limitada, le permitía atisbar.
Vio a una mujer, extranjera, que creía más en él que todos sus discípulos juntos.
Vio una higuera que sostenía a un futuro apóstol.
Y a una madre que se deshacía en lágrimas ante la muerte de su hijo.
Y a un amigo que no estaba muerto sino solo dormido.
Y vio aves, semillas de mostaza que se convertían en árboles, pastores capaces de abandonar a todo su rebaño de ovejas por recuperar una sola. Y a una mujer empeñada en encontrar una pequeña moneda extraviada. Y un tesoro escondido en un campo.
Vio el corazón de un joven entusiasta pero demasiado preocupado por lo que tenía.
Y a un grupo de mujeres que lo seguían y que buscaban paridad.
Y a un ladrón arrepentido casi en el tiempo de descuento.
Vio tu corazón, el mío, el corazón de la humanidad, el corazón de la creación entera.
No lo vio, lo ve.
Jesús es el hombre de la nueva mirada, el que nos contagia esa enfermedad de la vista que te permite ver lo bueno, lo que es de Dios.
¿Y hay algo que no sea de Dios?