gracias alt

Los lenguajes de Dios

Estos días las mareas están siendo altísimas. La ría, que vemos desde el monasterio, se desliza rebosante, satisfecha de sí misma, como si su envergadura la anunciara en su recorrido, !aquí estoy, aquí estoy!

La suma de marea alta y sol dan como resultado multitud de embarcaciones paseando por las aguas tranquilas.

En cambio, hoy no. Hoy llueve de nuevo, lo anunciaban las gaviotas, bien revueltas ayer por la tarde.
Dios tiene estas maneras de anunciarnos los cambios de tiempo: gaviotas que aletean casi aturdidas, las nubes (“el sombrero”) que cubren la cima de Peña Cabarga, hasta los mosquitos se ponen pesados.

La ría está otoñal, pausada, ocre, a lo mejor el agua de la lluvia la llena y recupera su vitalidad, quién sabe.

Se agradece este momento de cosmos, de orden y armonía. El otoño, en otoño, y el verano, en verano. Punto. 

Pero todo se nos está desordenando. Tenemos árboles que están queriendo brotar, despistados por los calores de los días pasados. A ver qué hacen hoy, esto es un sinvivir.

Dios nos enseña a vivir en el orden, en la saludable armonía, que no está reñida con la espontaneidad y la flexibilidad. Nacemos de un lugar silencioso, húmedo y oscuro, pura tierra nutricia. Del sosiego pasamos al grito de lo desconocido, y esto se nos repite a lo largo de la vida. Por eso es importante el orden, el kosmos atendido y sugerente.

No, no es negativa la rutina, qué va, esa ruta pequeña y cotidiana que nos permite avanzar sin prestar demasiada atención a lo que hacemos, tan integrada está la vida. Sería agotador tener que prestar atención absoluta a cada uno de los pasos que damos para caminar. No, en cambio, la rutina de separar un pie del otro logra que podamos mirar por dónde vamos, descubriendo cosas nuevas, agradeciendo las ya conocidas.

Al final, el quid de la cuestión va a estar en la gratitud, te lo digo yo. Dar gracias por lo que hay, incluso, a veces, por lo que no hay, que en ocasiones es mejor.

Gracias por la ría desbordada, soberbia, y gracias por las de ahora, humilde, terrosa.
Gracias por la lluvia que riega coles  y rellena depósitos, y por el silencio que trae consigo, acallando criaturas, quizás absortas contemplando cómo todo se moja. El fuego, el mar, la lluvia, hipnotizan y desarman.

Así se cuenta hoy Dios, que no es silencioso, amiga, hermana, pero que tiene su propia palabra 😉

Gracias, sí.

La imagen está extraída de wikipedia