No Suesa

Hágase, pero con un no

Menudo lío de título con eso del hágase, que suena a sí, y el no. Nada, es muy fácil de comprender, y seguro que en más de una ocasión tú también has vivido lo mismo.

La semana pasada, con motivo de la fiesta del nacimiento de Juan el Bautista, comulgábamos con el evangelio de Lucas en el que se nos cuenta esa conversación que tiene Isabel, la madre de Juan, con sus familiares y amigos. Esta buena gente da por seguro que el chiquillo se llamará Zacarías, como su padre (que estaba ahí al lado, calladito porque, por tozudo, se había quedado sin habla hacía unos meses). Isabel escucha atenta lo que dicen sus parientes. Puedo imaginarla sonriendo al principio y un poco harta más tarde, hasta que suelta un sonoro “¡no!”.

Y no es no.

Los vecinos se sorprenden, y no la creen, como buenas gentes de la época, suspicaces ante la palabra de una mujer (así nos luce el pelo todavía), así que insisten hasta que deciden preguntar al padre, insigne varón. Zacarías, por escrito (recordemos que se había quedado sin su palabra por haber dudado de la palara de Dios), ratifica lo que su esposa había dicho anteriormente. Y todos se quedan asombrados, porque eso es una cosa rarísima.

No vamos a hacer exégesis bíblica, solo unas pequeñas valoraciones.

Siempre colocamos a María de Nazaret un sí como equivalente al “hágase”. Hablamos del sí de María, de su aceptación a la propuesta de Dios, tras un discernimiento dialogado con el ángel. María recibe una invitación de Dios en su corazón, la sopesa (coteja con otra persona), la ora (coteja con Dos) y decide asumirla y llevarla adelante. Es el recorrido que hace cualquier persona que haya decidido responder a una pregunta de Dios.

María escribe un sí enorme en su vida, ese sí es la equivalencia de su  fidelidad a Dios.

Ayyyy, pero bendito el no que Isabel expresa a sus insistentes parientes y vecinos, porque ese no es su sí a Dios.

Isabel también ha recibido una propuesta por parte de Dios, la cual ha asumido y la ha obligado a vivir situaciones duras, como el silenciamiento de Zacarías. Isabel recibe una nueva tentación: enfrentarse a sus vecinos y romper la tradición de que el hijo se llame como su padre. Esto nos parece algo muy pequeño, pero en la época no se rompían las costumbres así como así (tampoco ahora, por muy libres que nos pensemos).

Isabel lanza un no bien claro. Es un órdago que la libera y con el que confirma que ella, también, es de Dios. Su fidelidad no está puesta en la vida que le toca vivir sino en Dios, solo en Dios.

Su no es el hágase que expresa dónde quiere poner el centro de su corazón.

Zacarías imita a su esposa, confirma su no y es entonces cuando le es devuelta la palabra.

Bendito no, ¿cierto?

Decir un sonoro no a tiempo nos evita muchos conflictos. Los noes de nuestra vida no tienen por qué ser sinónimos de negatividad, al contrario, pueden ser salvadores y luminosos.

Es complicado decir no algunas veces, pero es que, a veces, decir sí resulta que es el camino hacia el sinsentido y la mediocridad.

Conozco los síes que he dicho, y que digo, por comodidad o miedo, y poco me aportan.

Como dice el refrán: “más vale una vez colorao que ciento morao”.

Te dejo pensando en tus noes y en tus síes.

Buen día.