
01 Dic El adviento es un glotón
Un año más, constato, con cierto regocijo, que el adviento “peca” de glotonería. Hemos de reconocerlo, el adviento es un glotón de tomo y lomo. Mejor dicho, es un glotón de silencio y de pausa.
Ciertamente, vivir en un monasterio, o en un entorno donde la liturgia es diaria, donde el encuentro con la Palabra es cotidiano y donde se intenta frenar que la consumista navidad comience a finales de noviembre, el adviento va llenándose de silencio y de detención.
Es muy importante la atención detenida y el silencio profundo para poder vivir este tiempo con hondura y veracidad. Hemos de alimentar al adviento con más silencio, con pausas en las jornadas que hagan que esto que está sucediendo, este embarazo de humanidad divina, podamos vivirlo conscientemente.
Cantamos y proclamamos, a veces con dolorosa insistencia, el grito de “ven, Señor Jesús”. Continuamente, el marana-thá resuena y resuena, ¡a la fuerza tiene que oírlo el Señor! Sí, pero… ¿dónde viene? Si no nos paramos, si estamos siempre moviéndonos, por dentro y por fuera, como péndulos inquietos, entonces, ¿cómo sabe el Señor dónde estamos y dónde ir?
No, no basta con pedirle que venga, hemos de darle la dirección y estar en ese lugar para así poder encontrarnos.
La quietud física ayuda mucho. Buscar algún momento sereno durante el día será añadirle una barrita energética al adviento.
Tras la quietud física llegará el silencio interior, ese que ayuna de palabras para así llenarse de encuentro. ¡Este sí que es un buen plato para nuestro glotón amigo!
La Palabra de Dios, sobre todo las primeras lecturas de la eucaristía (y si podéis “echarle un vistazo” a los textos del Oficio de Lecturas, mejor aún), nos van conduciendo, bellamente, en esa carrera en mitad de la noche, hacia la estrella que ilumina nuestras vida.
Aprovechad el silencio del adviento, pasead, sin música ni móvil, solos, tranquilamente, sin meta, por vuestra ciudad o pueblo, al anochecer, cuando el frío humedece la nariz y te obliga a arrebujarte dentro de tu abrigo. Dejad que se os cuele el adviento sereno, el que se expresa en el tiempo que transcurre sencillamente, en el necesitado que también espera a la puerta de un centro comercial, en las prisas de la gente, en el silencio de una iglesia abierta o la humildad de una eucaristía vespertina…
El adviento es un glotón, pero muy agradecido.
Aliméntalo, verás que la Navidad será mucho más nutritiva.