
23 Dic Día 24 de diciembre
“Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación.” (Lc 1,68-69)
En este último día de Adviento, la liturgia nos propone un cántico de alabanza por lo que vendrá. El cántico de Zacarías, llamado Benedictus, se proclama o canta todas las mañanas en la oración de laudes. Es lo que brota del corazón de Zacarías, el padre de Juan el Bautista, al ver cumplida la promesa de Dios, al sentirse bendecido por el hijo que Dios les ha regalado a él y a su mujer Isabel.
Zacarías no siente como posesión suya este niño, sino que lo mira ya como una pequeña parte de un proyecto mucho más grande, el de Jesús. Nos puede enseñar a ponerlo todo en la dirección del proyecto de Dios: a sentirnos creadoras con Dios, liberadoras con Dios, amantes con Dios. De este modo, sintiéndonos parte del empeño y del deseo de Dios, nuestras pequeñeces no nos extravían haciéndonos dar vueltas sobre nosotras mismas.
Jesús es el regalo que Dios nos hace desde sus entrañas de misericordia, simplemente para iluminarnos, darnos paz y darse a conocer más íntimamente. Como todo regalo, podremos recibirlo como expresión de quien regala. Seguro que nos ha pasado más de una vez que nos ha dado más alegría el gesto de alguien dándonos algo, su atención y dedicación, que el propio regalo.
En este cántico, Jesús es descrito de muchas maneras: como una fuerza de salvación, el realizador de la misericordia de Dios, el liberador del temor, el recuerdo de la alianza de Dios, el sol que nace de lo alto. Ojalá podamos también nosotras ponerle diferentes nombres surgidos de nuestra experiencia con él, de la esperanza gestada en este Adviento y de su presencia en la tierra, que lo cambia todo.
ORACIÓN
Padre bueno, prepáranos para que toda nuestra existencia deje crecer a tu Hijo, que va a nacer.