
10 Ago Dando cabida a la posibilidad
Seguimos viviendo con el covid-19, en esa relación ambivalente de respeto e invisibilidad.
Hoy quiero hablar sobre la mascarilla, ese objeto que ayuda a no infectar a otros con las minúsculas gotas de nuestra saliva. La mascarilla borra la sonrisa, esa posibilidad de acogida, de descubrir al otro/a que estás a gusto con él o ella.
Sin embargo, pensando en este atavío con el que nos cubrimos la boca, siento que tiene su parte negativa, pero que también posee una posibilidad de profundidad única.
La sonrisa, la risa que ha dejado de verse en nosotras, es un gesto exterior que se observa a primera vista y mediante el cual la otra se siente acogida.
Hay un órgano específico que muestra la acogida, la sorpresa, el estar a gusto: los ojos, que permiten que nuestra mirada pronuncie, en un lenguaje único, lo más sagrado que llevamos dentro y podamos acoger lo más hermoso que existe en la otra y en la realidad que nos circunda.
Cuando alguna parte de nuestro ser deja de funcionar, o nos vemos imposibilitados para utilizarla, otro de nuestros órganos acoge esa función y la potencia.
Esto es lo que pasa con nuestra mirada. A veces expresamos más con la sonrisa que con la mirada. La sonrisa muchas veces es para salir del paso, un quedar bien, una confidencia. La mirada, por el contrario, lleva una profundidad que expresa lo que queremos y lo que muchas veces no deseamos. ¿Habéis pensado alguna vez por qué nos cuesta mantener la mirada?, quizás porque sabemos que en ella pueden descubrirnos aquello que tantas veces guardamos como un tesoro oculto y no queremos que nadie averigüe.
Este es un tiempo de profundidad, de no quedarnos en sonrisas superficiales, ni en carcajadas estruendosas, es tiempo de redescubrir la mirada como posibilidad de contacto, de compartir, de ir más adentro de nosotras y de los demás.
Nos regalaron dos ojos, porque necesitamos la conjunción de ambos para poder ver nítidamente las imágenes, los rostros, la naturaleza, la vida. Cuando algo se conjuga nos lleva al hondón, donde todo es antiguo y nuevo, donde todo es posibilidad de ser lo que es.
La boca es una, funciona en soledad, más a su aire, y siento que más superficialmente.
No se trata de desvalorar sino de dar a cada órgano la función que le corresponde y potenciar la mirada como puerta y llave de interioridad hacia una misma y de acogida y compartir lo que de verdad somos con las demás.