duda suesa

Quien duda, avanza con paso firme

Tengo una amiga que, ya hace unos meses, decidió que la pandemia era una oportunidad para hacer limpieza de «amistades» que no le interesaba lo más mínimo mantener: relaciones forzadas, compromisos… Cogió bolígrafo y papel e hizo una lista de gente a la que quería «cultivar» y cuidar, dedicar más tiempo, más afecto. Afortunadamente, me ha metido en el lote de los «me sirve».
Otra amiga me dice que, en este tiempo de pandemia, se ha dado cuenta de que realiza cosas, mantiene actividades que, cuando se ha visto obligada a dejar, no ha echado de menos. Imagino que ahora se enfrenta al reto de descubrir qué es lo que aprecia, a qué quiere dedicar realmente su tiempo, su esfuerzo, por dónde le late con más prisa el corazón.
No es fácil cerrar etapas, barrer historias. Si son pasadas, aún cuesta menos, pero las que están sucediendo todavía, en las que estamos implicadas, bien sean relaciones, bien sean actividades, son mucho más complicadas de «finiquitar».
Por eso es tan importante discernir la vida entera, ponerla a la luz de la oración, y a la luz de la mirada de otra persona.
Es importante dudar, atreverse a interrogar las actitudes propias, el camino que se anda. Hacerlo con humildad, con prudencia y confianza, para descubrir que cada paso sigue estando cerca del paso de Dios.

Dudar no significa indecisión, significa dar oportunidad a otra realidad. 

Quien no duda se pierde la grandeza de descubrir nuevos horizontes, nuevos soles.
La duda nos permite crecer y progresar. La absoluta seguridad nos achata la mirada, porque si no tenemos claro hacia dónde mirar siempre tendremos la oprtunidad de encontrar un camino mejor. Una vez visto el itinerario, se toma el sendero y se avanza, hasta que, en algún momento, vuelva a ser necesario retomar la duda, como el explorador coteja la brújula cada cierto tiempo.
La duda es de valientes, de quienes se atreven a abrirse a la posibilidad de estar equivocados y tener que buscar de nuevo.
La soberbia es la que no cede, la que se asienta con rotundidad en una verdad que aún no nos ha sido dada-

Que el Espíritu de Dios, que lo escudriña todo, nos regale el don de la duda sencilla y abierta.