
06 Feb Una vez más… compartir.
Compartirmos este testimonio de uno de los amigos del Monasterio que estuvo en la jornada de diciembre.
Una vez más en el Monasterio de Suesa se hacen patentes la amistad, el amor, la acogida, la simpatía, el espíritu de colaboración y, sobre todo, las ganas de compartir.
Seguro que al principio asomaron emociones diversas, Algunos ya nos conocíamos y esperábamos el abrazo cordial. Para otros éste sería su primer “Encuentro” y se acercaban con una dosis considerable de curiosidad.
Compartir espacio, tiempo y actividad escuchando una semblanza de “La redención en el carisma trinitario”, a todos nos ha permitido conocer un poco más a esta comunidad que vive y nos acoge en el monasterio. Y también hubo tiempo para una moderada dispersión y para el juego desenfadado, con “moraleja”, que nos hizo perder la seriedad de algunos rostros o nos descolocó de algunos esquemas mentales. En la moraleja pudimos confirmar: la experiencia que cada uno se lleva de la visita al monasterio depende de la “actitud” que adoptemos más que de nuestras capacidades o limitaciones.
La comida es un compartir relajado. No sólo de las propias viandas. Nos conocemos y charlamos animadamente también con personas a las que no habíamos visto hasta entonces.
Los dos breves momentos de oración compartida con la comunidad nos hicieron sentir la cercanía de Dios, su presencia en nosotros mismos y, casi casi, su danza durante todo el tiempo alrededor y entre los que allí estábamos participando en el encuentro. Y la gratitud a Juan de Mata por aquella inquietud hecha proyecto, hoy realidad, que nos hace gozar en esta Casa de la Santísima Trinidad.
Y fue emocionalmente intenso conocer la realidad que sufren cristianos en países donde son una minoría objeto de intolerancia hasta la persecución o el exterminio. Especialmente cuando te lo está contando alguien que ha estado allí, que vive en persona las angustias pero también la firmeza en la fe de esas gentes. Y te dice que sólo nos piden que recemos por ellos y que seamos consecuentes con nuestra fe. ¡Casi nada lo que piden! Algunos reconocimos que habría sido más llevadero que nos pidieran dinero. ¡Buff! Un poco de vergüenza sí, ¿verdad?
Y al final, como en otras ocasiones, hemos experimentado la agradable oportunidad de disfrutar un día de fe compartida, de vida compartida y con ese “regustillo a chocolate” que dejan siempre las visitas a este entrañable trocito de Cielo.