vela Alex suesa

Primera Pascua de Álex.

Queridas hermanas:
este año he podido llevar a mi hijo Álex por primera vez a la Vigilia Pascual y quería compartir con vosotras algunos de los momentos que hemos vivido durante la celebración.
(…)
Tenía ciertas dudas de si Álex aguantaría toda la celebración, ya que somos madrugadores, exprimimos el día al máximo con actividades, paseos y deporte y generalmente para las diez de la noche el niño cae rendido. Con todo lo «formal» y «quieto» que le veis en las eucaristías, Álex es tremendamente movido, no para quieto, siempre está en acción, corriendo, saltando y desprendiendo energía y adrenalina por todos los poros. Por otro lado, aunque la celebración está planteada de forma muy participativa, didáctica y llena de símbolos, no es fácil seguirla para un niño, porque es larga y densa en sus contenidos. Le avisé de que sería una celebración larga, sin desvelarle ningún dato relevante y le «obligué» a echar una siesta el sábado a la tarde, de modo que pudiese estar más fresco y despierto durante la Vigilia.
Para mi sorpresa, aguantó toda la celebración con mucho interés y participó en la mayoría de los símbolos y danzas. Asaltado por su innata curiosidad infantil, enseguida me preguntó para qué servían los papelitos y bolígrafos que estaban dispuestos en los bancos. Le expliqué cómo después de cada lectura cada uno podía escribir o dibujar aquéllo que le hubiese sugerido el texto, para depositarlo en la alfombra de la Palabra del pasillo central del templo. En algunas de las lecturas cogió sus papelitos y pintó algunos dibujos con alegorías de los textos: un sol, luz, agua, una estrella, etc. Hasta ahí todo normal.
Más adelante, después de la liturgia de la Palabra, en uno de los momentos en los que estábamos ya de pie con los cánticos y danzas sobre la resurrección, de pronto se sentó, cogió el bolígrafo y un papel y en lugar de pintar un dibujo, escribió en mayúsculas la palabra ALEGRIA. En ese instante vi claramente la actuación del Espíritu Santo sobre él, que le estaba iluminando para captar y comprender en la medida de su edad la clave de lo que allí estábamos celebrando. Eso es lo que él estaba sintiendo, lo que a él le estaba inspirando la celebración: ALEGRIA.
En la Vigilia Pascual tuve la suerte de estar sentado al lado de vuestra querida amiga Marian G., que al comienzo de la celebración acunaba a su hija pequeña hasta que se quedó dormida. Mientras contemplaba la escena que os describía en el párrafo anterior, le hice discretamente un gesto a Marian para que viese lo que Álex estaba escribiendo. Al verlo me dijo emocionada: «Tienes que estar muy orgulloso de tu hijo».
Claro que estaba orgulloso, pero lo que verdaderamente estaba sintiendo era agradecimiento, agradecimiento a Dios, al Espíritu Santo, por iluminar a mi hijo de ese modo durante la Vigilia Pascual, por darle esa luz y ese brillo que veis en sus ojos, en su rostro. Agradecimiento porque Dios haya puesto esa luz en mi vida en forma de mi hijo.
Creo que ya os lo comenté una vez: ahora Álex ya puede comulgar, pero antes de su primera Comunión, cuando se acercaba conmigo a la Comunión, algunos sacerdotes le bendecían en su frente con la señal de la cruz. Al ver ese gesto, me hacían recordar que Álex es una auténtica bendición en mi vida y eso me emocionaba hasta las lágrimas.
Álex está recibiendo toneladas de amor desde que ha nacido: de sus padres, de su familia, de sus amigos, etc. Todos los ámbitos en los que se desenvuelve le son propicios: el Colegio, la Cofradía, su parroquia, su equipo de futbol alevín. Todo lo recibe y todo lo absorbe intensamente desde su inocencia, todas las influencias que recibe son positivas y todo su entorno le hace crecer.
Vosotras, queridas hermanas, también formáis parte de ese entorno, de su entorno vital, que le obsequia con tantos gestos de amor. Y por eso os estoy profundamente agradecido. No se me ocurre mejor forma de responder a tanta generosidad que compartir con vosotras estas vivencias y estas líneas y ofreceros a mi hijo como prensa de amor cada vez que acudimos a vuestro Monasterio.
Un abrazo,
E. J.
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