
06 Dic El dedo de Juan y la vida monástica
Hay dedos y dedos. Hay dedos que señalan, dedos que indican, dedos que ofenden, dedos comprometidos, dedos que afirman o que confirman,…
Hoy hablamos del dedo de Juan el Bautista. Toda la vida escuchando eso de «niña, no se señala con el dedo», y buscando alternativas contorsionistas par acabar casi señalando con el codo, y ahora resulta que he de dar gracias a Dios por el dedo indicativo de Juan, el rústico de la piel de camello. Bueno, confienso que en los evangelios no hablan para nada de su dedo pero permitidme la licencia reflexivo-literiaria.
El dedo de Juan es como el dedo de la estatua de Colón en Barcelona, te invita a mirar hacia un punto concreto. Supongo que Juan no estaría sobre una elevadísima columna como el navegante pero la idea es similar: «mirad, fijaos, allí, de eso estoy hablando,…» Uno navegaba sobre el agua en busca de nuevas tierras, y otro sumergía en el agua en busca de nueva vida.
Juan nos señala hacia dónde hemos de dirigir nuestra mirada: «¡a Él, es a Él a quien debéis mirar, Él es el Esperado, Él es la promesa de Dios!».
Juan procuraba quitarse de en medio, dando primacía a Jesús. Y quizás el mismo Jesús aprendió del profeta esa humildad, esa actitud que descubrimos en el Maestro de dirigir siempre nuestros pasos hacia el Padre: «no soy yo, es mi Padre quien…», «Él será quien os…», «Padre, te doy gracias porque…».
Ayyy… Ambiciosa pretensión. Sí, eso queremos ser nosotras, el dedo de Juan que señale a quienes os acercáis a nuestra vida dónde está la esencia de todo, Quién es la esencia de todo.
No siempre es fácil quitarse de en medio para no ocultar lo mirado, por eso procuramos vivir en una constante tensión sana, en un continuo discernimiento respecto al origen real de nuestras acciones, nuestras palabras, nuestras búsquedas,… El ego es un personajillo ladino que se cuela casi imperceptiblemente en lo más cotidiano y, en principio, puro. No podemos olvidar que cuando señalas con un dedo hacia un lugar o una persona, tienes tres dedos más que te señalan a ti.
En Adviento renovamos nuestro deseo y empeño de ser una comunidad que indica «solo Dios, todo en Dios».
Orad por nosotras, acompañadnos en este impulso.