
24 Jun Sábado Inmaculado Corazón de María
«Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón».
(Lc 2, 41-51)
La palabra griega “symballousa” podría traducirse por “reunir lo disperso” y, define esta actitud de María que es capaz de ir guardando en su corazón cada una de las experiencias que vive junto a Jesús. Tanto aquellas que la desbordan de gozo, como estas otras que la llenan de incomprensión.
Esta no es una labor sencilla, atreverse a unificar en el corazón todo lo que acontece en la propia vida es sinónimo de abandonar toda seguridad. Y caminar por la vida sin seguridades es de valientes.
María es, sin duda, la mujer valiente y consecuente. El hágase que pronuncia ante el Ángel sigue resonando cada día de su vida, en cada acontecimiento. Las dificultades le hacen sufrir y temer, pero en medio de todo ello su fidelidad crecer, como crece su confianza.
Pasar todo lo vivido por el corazón es la contemplación por excelencia. Presentarnos ante Dios como somos y como estamos, con nuestras dudas y temores, con nuestros gozos y aciertos. Solamente presentarnos, pasar tiempo en su silencio, en su abrazo. Dejar entre Sus manos nuestras heridas y nuestras caricias, como una niña pequeña que se acurruca junto a su madre y después vuelve a sus juegos.
Es tan sencillo que nos cuesta buena parte de la vida convencernos de que es posible. Si creyéramos que la oración contemplativa no es más que dejarnos abrazar por Dios, sin tener que hacer ni decir nada, solamente estando… Pero nos cuesta creer que no hace falta nada más. Nos cuesta abrir el corazón hasta lo más profundo, allí donde todavía tenemos la simplicidad de la infancia. Imborrable, pero escondida.
Oración
Enséñanos Señor, como María de Nazaret, a vivir conectadas con esa simplicidad que nos hace confiadas y felices. Enséñanos a guardar las cosas en el corazón.