simples suesa

Reflexión para simples

Estos días el calor está apretando de lo lindo en estas tierras norteñas. A la gente del sur, rozar los 30 grados le parece más que soportable pero quienes somos de aquí tenemos la sensación de alguien se ha dejado la manta térmica encendida. Los tiempos cambian y el 40 de mayo de antes es el 15 de ahora.

Con este calor toca ya recoger la ropa de invierno y guardarla para mejor ocasión. Siempre se deja algo a mano, por si las moscas, que el tiempo está «mu loco» y nunca se sabe.

Eso he hecho esta mañana, recoger algunas mantas, un forro polar, un par de pantalones… Todas las prendas bien gorditas, y suaves, de esas que son suaves al tacto. Qué bien sienta ponerte el polar en noviembre y arrebujarte en él. ¡Pero menuda dentera da tocarlo con este calor! ¡Que dan ganas de lanzarlo todo a un rincón y recogerlo en octubre!

Ya ves. Lo que durante un tiempo necesitas, buscas, te ayuda, te conforta y, en este caso, abriga, en otro tiempo, en cambio, provoca rechazo, molestia, limitación, asfixia…

Si esto lo aplicamos a las prendas de vestir, que cambiamos, guardamos, recuperamos, de manera no muy consciente, cómo no aplicarlo a realidades de nuestra vida mucho más profundas.

Pretender vivir siempre igual, sin modificar hábitos, opiniones, creencias, formas de mirar, etc, es bastante tonto, pienso yo. La vida evoluciona, porque es «bio», vida que sucede, transcurre y fluye, y con esa vida, evolucionamos o involucionamos cada una y cada uno de nosotros, dejando y tomando aquello que necesitamos según la realidad que estamos viviendo.

A veces, con cariño ciertamente, le decimos a alguien querido eso de «no cambies nunca». Ay, esperemos que no nos haga caso porque si lo hace no le va a ir nada bien. No cambiar nunca significa que no te planteas nada, que no dudas, que nos buscas ni te expones… que no vives.

«Ayúdate de lo que te ayuda», solemos decir a los chavales que vienen por nuestra casa y desean comenzar el camino de la interioridad. Si con 30º no te pones un forro polar, ¿Cómo pretendes introducirte en las honduras del alma sin coquetear, por lo menos un poquito, con el silencio?

Necesitamos renovar nuestro pensamiento, ser más flexibles en las opiniones, en nuestras formas de hacer las cosas, permitirnos ceder, no agarrar tanto, confiar en el hacer de la otra. Y todo hacerlo de una manera sencilla, sin concederle a las cosas, a las situaciones más valor del que merecen. A cada día le basta su afán, no tenemos que añadirle más picante.

Cambiando la ropa me ha venido esta reflexión para simples.

Por cierto, simple no significa tonto, significa «sin pliegues», «sencillo». 😉