
09 Nov LA NOVEDAD Y EL SENTIDO DE CONTEMPLAR
Descubrir el paso del tiempo, y contemplar la vida desde mi habitación, me proporcionan una nueva manera de mirar, siendo espectadora de la realidad externa, que se hace vida en mi interior.
Ayer, el viento nordeste soplaba con fuerza y alegría. Miraba las hojas del plátano moverse en esa danza única de quien no pone resistencia.
Era una danza continua, una belleza envolvente que descubría al contemplar el disfrutar de quien se deja mecer, deleitándose en el movimiento.
Observé con detenimiento y fijeza ese fluir, y descubrí que las hojas no se agitaban, sino que los movimientos ondulantes y flexibles que contemplaba provenían de las quimas del árbol, sobre las que estaban apoyadas las hojas
Por eso la danza transcendía en una belleza única, delicada, sosegada, el movimiento de las hojas. En la profundidad, en Dios, en lo que no se ve, se producía el movimiento.
Esto me llevo a la reflexión, diría que a orar. Lo exterior, el movimiento de las hojas, está insertado en quien las sostiene, en las quimas.
Lo oculto sostiene, pero para ver lo oculto es necesario contemplar más allá de las formas primeras, y entrar en esa dimensión que solo descubren los ojos que se permiten mirar más allá, o más adentro de la realidad y de las circunstancias.
Todo adquiere un nuevo sentido cuando traspasamos los velos que recubren la realidad que no somos.
Mirar, admirar, contemplar, dejar que el tiempo del reloj pase para adentrarnos en un tiempo diferente, el de Dios. Periodo diferente donde el tiempo se detiene, porque en la contemplación lo que se revela son los desvelos de los ojos y el corazón
Qué diferente vivir en esa completud donde todo se llena de lo que es, de esa novedad que está tapada a quien no se detiene para perder su tiempo y ganar su vida.
Cuánta interioridad dormida que necesita ser rescatada de un tiempo sin tiempo, en la profundidad que albergamos cuando vivimos despiertas, en la novedad.