
17 Ago Mojones o huellas en el camino
De fondo suena Bach, suavemente, deslizándose de los auriculares a mis oídos. Es una playlist aleatoria, dejándome sorprender. Me gusta.
La música acompaña esta tarde del comienzo de la semana. Hoy es lunes, aunque tú estés leyéndolo un martes o cualquier otro día.
Los lunes son comienzos de algo, de la semana al menos, o de algunos propósitos que habremos musitado en voz baja la noche anterior, o expresado con firmeza.
Los comienzos, los principios, los orígenes, arranques, empieces… siempre colocan motivaciones en el corazón, lo recargan, lo impulsan un poco. Las ilusiones vienen llenas de fuerza y de ganas.
Es muy didáctico marcar nuestra vida con algunos hitos a los que mirar cuando todo se vuelva un poco insulso. Necesitamos marcarnos unas fechas concretas para celebrar, colocar unos mojones que delimiten los espacio/tiempos anónimos, así, cuando la niebla se aposente sobre las entrañas (lo hace a veces, y está bien que así suceda), podremos girar el alma hacia esos mojones del camino que nos recordarán que la cosa no va tan mal como pensamos.
Pero, aun con todo, aun con la importante necesidad de ir colocando altares por los senderos de nuestra fe y de nuestras relaciones, con lo importante que es recordar fechas especiales, días concretos, creo que la vida se genera desnuda en los días de “entresemana”, cuando el esfuerzo es mayor, y las horas se deslizan como el agua entre los dedos.
Los miércoles, o los jueves, o cualquier día de esos rutinarios son los verdaderos indicadores de cómo está la belleza en nuestro interior. Ya sabemos que la belleza salvará el mundo (lo recordábamos hace poco con el grupo de personas que vino a vivir unos días de ejercicios en el monasterio), la belleza que despierta lo bueno y lo verdadero del ser humano.
Los abrazos de los martes, las miradas de los viernes, la sonrisa cómplice del jueves, la oración del amanecer del lunes… qué sé yo, hay tantos momentos hermosos en el día, tan pequeños, tan infinitos, que creo que son realmente los hitos que demuestran los pasos de nuestro caminar.
Quizás no es necesario echar la vista a los mojones que marcaron el camino sino a las huellas que hay en los espacios entre piedra y piedra.
Además, es más fácil dejar huellas que mover piedras.
Feliz instante.
Sonríe 😉