
09 Jul Sábado de la Semana XIV del Tiempo Ordinario
“…ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al esclavo como su amo… No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.”
Nos dice la ciencia desde diferentes disciplinas que lo que conocemos del universo, de la naturaleza e incluso del propio ser humano es un tanto por ciento muy pequeño. Nuestra precepción es muy limitada. Sin embargo solemos ir por la vida como si ya lo supiéramos todo y como si el 90% de las cosas fuera predecible y hasta “decidible”. Nos han enseñado desde pequeñas que tenemos unos derechos y los acabamos viviendo como una garantía. Si nos levantamos por la mañana y nos falta el agua caliente o hay un error en el suministro eléctrico, podemos llegar a sentir que se vulneran nuestros derechos. De alguna manera estamos acostumbradas a que las cosas salgan de una manera determinada. Doy al interruptor se enciende la luz, llega final de mes y cobro mi nómina, voy a un centro de salud y me atienden. Es lo que se supone que tiene que pasar.
Pero muchas veces, esperando a que pase lo que tiene que pasar se nos escapan muchas cosas que están pasando. Como voy con prisa porque tengo muchas cosas que hacer me pierdo a alguna persona que me cruzo por el camino. Como la comida no está como yo esperaba olvido agradecer que tengo comida en mi plato e incluso alguien que ha cocinado para mí. Y así se me olvida también que las demás personas son tan valiosas como yo y, o trato de estar por encima o me acostumbro a estar por debajo. En lugar de relacionarnos como hermanos vamos por la vida como esclavos o como amos. Pero la Buena Noticia de Jesús ha venido para descubrirnos que todo eso es un engaño, que lo que sucede es que no somos capaces de ver la realidad tal y como es en toda su amplitud y nos acabamos creyendo que lo poquito que alcanzamos a ver es todo lo que hay. Y con esa mirada tan recortada la esperanza se nos encoge, nos crecen las envidas y la vida se nos oscurece.
Oración
Ayúdanos, Trinidad Santa, a descubrir todo aquello que anda cubierto, a desplegar nuestra mirada y descubrir la belleza infinita que somos. Amén.