
26 Ene María de Nazaret atenta a la PALABRA. (Escucha)
Henry Ossawa Tanner, nos deja en esta pintura de la Anunciación una de las más bellas, entrañables y, se puede pensar, más reales imágenes sobre la experiencia de María de Nazaret ante la Palabra. El autor expresa con rasgos contundentes los sentimientos de la persona que se encuentra cara a cara ante la Palabra de Dios.
María como todo ser humano se encuentra en la encrucijada de “escuchar” la llamada de Dios, acogerla en el corazón, darla respuesta con el “HÁGASE”.
María está profundamente afectada, sobrecogida, turbada ante lo que va sintiendo, lo que va escuchando, lo que se va engendrando en su interior. Su cara muestra estupor sereno, atención plena con la mirada fija en la luz que la ilumina.
¡Escucha!… en silencio, en soledad, sentada sobre un camastro. Su cuerpo reclinado sobre su hombro izquierdo acentúa aún más esa atención. Sus manos entrelazadas fuertemente sobre sus rodillas como sacando de ellas la fortaleza para permanecer a la escucha. Larga escucha. Atenta escucha.
María se nos muestra definida, con voluntad propia y atenta reflexión. Es la imagen de quien teme y confía, de quien acoge en su vida el proyecto que Dios la va manifestando con temblor y estupor.
Fija su mirada en la LUZ. Es esa LUZ lo que hace irresistible la respuesta a la “vocación”. En esa mirada intensa y sostenida está confiando, confiando, confiando.
Quizá no todo fue tan rápido como nos lo presenta el evangelio, lo mismo que el diálogo entre Jesús y los discípulos que aparece en las primeras páginas de Marcos y Mateo. Es bastante sensato pensar que María de Nazaret, como nos pasa a cada una de nosotras/os, fuese recibiendo esa luz, ese “fuego” poco a poco y, que su respuesta se hizo realidad con temor y temblor, un “día cualquiera” en que fue vencida por el AMOR de un Dios que se enamoró y quiso contar con ella en la gran aventura de acercar a cada ser humano su amor manifestado en la persona de Jesús de Nazaret.
Y como un “volcán” que se desborda de sus labios brota: “Hágase en mí según tu Palabra”. Lo que Tú quieras, Señor.
Hoy se nos invita, también a nosotras/os, a dar la respuesta que llevamos largo tiempo guardada en el corazón y decir: ¡hasta aquí he llegado, aquí estoy, Señor!