roca suesa

Picar la roca es abrir espacio

Estos días tenemos una pala excavadora en la finca del monasterio quitando una parte de la roca que hay en el terreno y que daba demasiada sombra al edificio.

El edificio del monasterio, al menos parte del él, está construido con la misma piedra extraída de la finca. El monasterio es de roca y está asentado sobre roca. No es mala alegoría, ¿no crees?

Vamos a ganar en luz, pero el ruido que estamos teniendo es bastante desagradable.

La excavadora mete el martillo en la piedra y, con tesón, va haciendo grietas y desprendiendo trozos, más grandes unas veces, más pequeños otras.  En algunas ocasiones resquebraja rápidamente la piedra, pero en otras se oye el ruido continuado del martillo hidráulico y eso significa que le está costando abrir esa parte.

He estado un rato mirando, con las orejeras puestas, desde luego,  y he pensado en este arte de vivir que nos traemos entre manos. ¡Cuántas veces encontramos en nuestro camino piedras más o menos grandes que hemos de picar y quitar para que el sendero esté más claro y luminoso!

Por su puesto que cuesta, que hay que esforzarse, que el ruido es ensordecedor, pero el resultado es increible.

Vivir es para valientes, porque es una aventura, porque hay que elegir continuamente (y eso es muy pesado y atrevido), porque la roca es dura y no siempre tenemos la herramienta adecuada.

También la fe es para valientes y decididos. Puedo imaginar a Dios picando con su propia excavadora  nuestras entrañas para conseguir que entren en ellas más luz. Tenazmente, día tras día, Dios aclara los muros de nuestra existencia, nos ayuda a agrietar las paredes para generar nuesvos espacios que habitar.

La vida es para habitarla, no para vivir fuera de ella. Las rocas son solo paredes que se pueden derribar, incluso las paredes maestras pueden derribarse. Bueno, derribar paredes maestras significa que el edificio puede caerse, sí,  pero… ¿y?