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Vivir con los bolsillos vueltos

No sé si en este tiempo de confinamiento hemos aprendido a hablar con los bolsillos vueltos, es decir, mostrando todo lo que hay en ellos, sacándolos hacia afuera para vaciarlos, como en los dibujos animados, cuando uno coge a otro, lo levanta y, colocándolo boca abajo, lo agita hasta que cae al suelo todo lo que lleva encima.

A lo mejor Jesús habría dicho: «se parece el reino de los cielos a dos amigas que se colocan frente a frente y, vaciando los bolsillos, comparten lo que son y tienen, sin miedo a la vulnerabilidad ni al mal contagio de las palabras. Se parece también a esa mujer que, cansada del largo día, se deja caer en el sofá y se regala unos minutos de descanso y de silencio en la frescura de la casa».

Podemos aprender a compartir desde dentro, no, mejor aún, desde más adentro. Nos dice Jesús que «entremos» en el Reino, y quizás la puerta sea a través de nuestra propia interioridad, esa que necesitamos aprender, abrir y mostrar.

Compartir ese camino con algún amigo/a nos ayudará a reconocer matices que habíamos pasado por alto.

Quizás la dificultad está en que no conocemos mucho de nuestra interioridad, que nos cuesta darnos cuenta de su dolor, de su rotura, o valorar su bienestar, su bonanza, su inquietud por avanzar. Nos da apuro descubrir las entrañas, y nos provoca  llanto o sonrojo despojarnos de las capas que, cual cebolla, hemos ido acumulando con el paso del tiempo.

El aislamiento no deseado que hemos vivido, que vivimos en mayor o menor medida, nos está enseñando a vivir con los bolsillos vueltos, con honestidad y sororidad-fraternidad. Ah, sin confundir el hecho de compartir el alma en la intimidad de un encuentro amistoso con el exhibicionismo impúdico de un show mediocre.

Cuando te sientas frente a alguien, con el corazón abierto a la escucha y al diálogo, nace algo, se produce un pequeño milagro.

Dios Trinidad es relación, encuentro. Estamos hechas a su imagen, por ello es bueno afianzar las relaciones que nos hacen crecer, madurar, que nos maduran y mejoran en barricas. Y también es bueno despojarse de aquellas que nos achatan, nos empequeñecen, nos manipulan, condicionan y engañan, ocultándonos, tras espejismos de caramelo la puerta bella del Reino.