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Experiencia de Ejercicios en Suesa, 2020

Al final de los Ejercicios Espirituales de julio 2020, todas coincidimos en que habíamos sido tocadas por el «efecto monasterio». «Efecto monasterio» que también se conoce como «efecto Trinidad» o más aproximativamente como «intuir la Plenitud».

Es suficiente empujar la puerta de la Iglesia y adentrarse unos pasos en la nave vaciada para que los ojos comiencen a experimentar este «efecto»: los colores que danzan en el extremo de la nave nos acogen, con calidez y movimiento. Según pasan los días, los colores van tomando significado  y forma: una única luz que se declina en tres personas, un girar gozoso que me invita a cambiar de perspectiva, toda la Creación que va surgiendo de esta fiesta…

La oración con la Comunidad en la mañana es como un oleaje suave de versos del pueblo de Israel, que preparan los sentidos y conectan con las emociones para comenzar el día en actitud de «amaravillamiento» (Nota al pie de página: el «efecto monasterio» incluye inventar palabras para nombrar las experiencias nuevas).

La oración de la tarde es como volver a casa al final de una jornada, y celebrar juntas con gratitud lo vivido, con un canto sencillo  y una danza. También es llevar el corazón a aquellos lugares donde el ser humano permanece aún encadenado e interceder a Dios Padre y Madre para que libere a los cautivos de nuestro tiempo y les restaure la dignidad de hijos e hijas de Dios.

En la oración de la noche comenzamos a dejarnos acunar por Dios y ponemos en Sus Manos nuestro sueño.

Esta semana de Ejercicios fue acompañada por Silvia Martínez Cano. Silvia es teóloga, artista, madre y profesora universitaria. Su invitación fue ir tejiendo durante la semana los lazos rojos del amor de Dios en una obra de arte colectiva («artefacto»). Su propuesta diaria para la oración contemplativa venía desde un «descentrarnos» a partir de un baile, una imagen, un trabajo manual, las sensaciones corporales…Propuestas novedosas para ayudar a desplazarnos desde nuestro mundo demasiado racional de respuestas recibidas hacia un Encuentro personal. Algunas tardes, nos sentábamos en círculo bajo un roble a escuchar una historia, contada como se cuentan a los niños: con cajas doradas de las que surgen mercaderes y perlas, o pescadores de madera e innumerables peces de fieltro de colores… !Qué placer saborear la Palabra de Dios como una niña!

El Monasterio está rodeado por una naturaleza serena y generosa, que invita a pasear en silencio, dejando que se disperse el bullicio interior y que cada pieza del año vivido vaya buscando su lugar en nuestra historia.

Recibir tanto don sólo es posible gracias a la Comunidad de monjas trinitarias que nos acoge. Una comunidad bendecida con la Ternura de Dios, la creatividad y el buen humor.

Me gustaría explicar algo más del «efecto monasterio» con el que todas nos marchamos al final de la semana, pero no encuentro las imágenes. Tal vez sea como entrever o presentir o atisbar alguna pincelada del misterio de Plenitud que nos recorre a cada una de nosotras. Es un efecto que produce una alegría desmesurada. Y gratitud y gratitud.

PROFECÍA Y DANZA

Grito la alegría que surge de mi centro.
Levanto los brazos y saltando
grito,
giro en mis pies y saltando
grito
la alegría que no se puede contener.

El movimiento me lleva
de la sombra a la luz,
de la seguridad a lo nuevo.

Me has mirado a mí, toda vulnerable y en muchas partes
rota
y aún así, y desde siempre, has deseado bailar conmigo.

Mi único mérito ha sido
extenderte las manos vaciadas,
encaminar hacia Ti mis pies no saciados
y dejarme vencer por Tu Música.
Vencerme sin mi esfuerzo, sólo con
Tu Música.

Y ahora grito para que me escuchen
todas las mujeres de la Tierra:
Tú transformarás su vagar sin forma
en ritmo y latido y plenitud.

Esta es mi profecía. Y también mi danza.

 

Mari Sol Pérez Guevara,

22 de julio del 2020, fiesta de María Magdalena

Bruselas