
22 Jul Carta dirigida a María de Magdala.
Querida María de Magdala:
no sé si puedes imaginar la alegría con la que celebramos tu fiesta en nuestra comunidad. Desde ayer estamos hablando de ti, de lo que sabemos sobre ti, de lo que «hemos visto y oído y lo que nos han contado» sobre tu experiencia con el Maestro.
Lo cierto es que te sentimos como una más de nuestra casa.
Leemos los evangelios y nos encontramos con una mujer valiente, que estuvo presente en la muerte de Jesús, en pie, «fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe». Quisiste estar ahí, presente hasta el final, siendo testigo para después poder ser testimonio.
Contigo continuó la historia de la salvación, esa que está entretejida por tantas mujeres, como las parteras de Egipto, la hija del faraón que rescató a Moisés, Miriam y su madre, que se ofrecieron a cuidarlo, Rajab, Esther, María de Nazaret,… ¡Vaya!, estoy pensando que todas fueron mujeres valientes, que, de una u otra manera, se atrevieron a.
Querida María de Magdala quizás es a eso a lo que nos invitas, a atrevernos, porque seguimos necesitando construir la historia de la salvación, no porque tengamos que ser salvadas sino porque tenemos que anunciarlo e invitar a otras y otros.
No lo tenemos fácil, María, ya lo sabes tú. Las mujeres tenemos bastantes obstáculos en la sociedad, en la Iglesia,… pero aun con todo queremos seguir formando parte de esta sociedad y de esta Iglesia, porque también son nuestras, porque Dios nos ha colocado en ellas y porque nos pide, como a ti, que anunciemos que se puede vivir de otra manera.
También nos invitas a buscar y a dudar. Te encontraste con Jesús aquella mañana de resurrección porque ibas buscando, porque te costaba creer que de verdad Jesús, tu Maestro, hubiera muerto. En ti reposaban la duda y el deseo, dos buenos acicates para que se produzca el Encuentro. Nos lo dice Dios en palabras de Jeremías: » me buscaréis y me encontraréis si me buscáis de corazón». Y, estoy segura de que, otra cosa no, pero corazón no te falta, ni entrañas, que eso queda claro en los textos.
Querida María de Magdala, tus lágrimas ante el sepulcro ayudaron a germinar la nueva fe, y Cristo, jardinero fiel, puso en ti el fruto del anuncio y te encargó que lo llevases a sus hermanos.
María, resuena tu grito en los oídos de la historia; tu ser de buscadora nos empuja a no cejar en el empeño; resuena tu perseverancia como discípula, como aprendiz, y como parte esencial de aquellos primeros apóstoles.
Gracias por tu empeño, nos escribimos en otra ocasión, ¡feliz día! 😉
Un abrazo trinitario