
20 May Un espacio entre dos nombres
No sé si a ti también te pasa. Bah, es una tontería, pero me sirve para echar la imaginación al vuelo, cosa nada complicada.
Seguro que lo has pensado alguna vez, va, no mientas. Que sí, que menuda bobada pero… mira, yo no puedo evitar pensar a quién pertenece ese espacio que hay entre los dos carteles que marcan el final y el comienzo de dos poblaciones distintas.
Ya puedes reirte de la idea, pero no me negarás que alguna vez has pensado lo mismo. Cuando vas en coche, sola, pensando en… cosas, y cruzas delante de ese cartel que te dice que acabas de salir de un espacio concreto para, tras varios metros de vacío, adentrarte en otro diferente.
En ocasiones pienso que ese espacio de nadie, ese pequeño territorio son colonizar puede ser el espacio genial para vivir sin normas, sin pertenecer a nada, con absoluta libertad.
Otras veces reflexiono sobre ese mismo espacio que parece existir sin poseer tan siquiera un nombre, sin formar parte de un espacio mayor, sin identidad.
Es inevitable que en nuestra vida tengamos momentos de «espacio vacío», de no saber dónde siturnos, de sentirnos en tierra de nadie, a pesar de tocar los límites bien marcados de dos realidades. Esos momentos pueden ser oportunidades para tomar decisiones, buscar la propia identidad, optar por «un lugar en el mundo«, un estilo, sueño concreto.
También pueden ser momentos para aceptar una etapa de crisis, de crecimiento, averiguar qué estamos dejando atrás y qué es lo que oteamos si miramos el cartel de delante.
¿Puede que sea eso lo que estamos viviendo como sociedad? Dejamos atrás un espacio vital que ya no nos sirve, y afrontamos, pero aún no hemos llegado, un lugar nuevo, un modo diferente de vivir.
Un «ya sí, pero todavía no».
Un espacio entre dos realidades.
Hay una diferencia. El cartel que nos anuncia la próxima población aún está sin acabar de escribir, y podemos ponerle un nombre hermoso si decidimos aprender a vivir de otra manera.