
18 Feb Estos meses de atención plena y corazón lleno
Los meses de enero y de febrero suelen ser meses tranquilos en la hospedería. A mí me parecen meses estupendos para coger unos días de retiro, porque la naturaleza, tan recogida, invita a eso mismo, a la búsqueda por dentro.
La cosa es que ya que hay menos huéspedes aprovechamos para hacer una limpieza más a fondo de la hospedería. Se lavan mantas y colchas, se airean colchones, de revisan baños, instastalaciones,… todo lo que se nos ocurre que pueda mejorar la casa.
Bien. Hasta aquí todo normal, «justo y necesario».
La miga está no en el qué, si no en el cómo. Actualmente se llama mindfulness, pero en la vida monástica, es algo más viejo que la orilla del mar. Hacer cada cosa con plena consciencia, no perdiendo la oportunidad de vivir ese momento intrascendente de dar la vuelta a un colchón como un momento único.
Las cosas se pueden hacer deprisa y corriendo, o se pueden hacer echándole la sal del amor. De esta manera quedan más sabrosas para quien las come, y más satisfactorias para quien las realiza.
Limpiar la hospedería estos meses no es un mero ejercicio de higiene. Las habitaciones de nuestra hospedería, los pasillos, el comedor,… todo está lleno de la presencia y de las historias de centenares de huéspedes que pasan por aquí anualmente. Vidas repletas de hondura, de misterio, de sueños y de torpezas.
Todo eso es sagrado, porque todo está tocado por Dios.
Preparar las habitaciones para nuestros futuros huéspedes, desconocidos o amigos, es una oportunidad para depositar, como si de la fragancia de un ambientador fuera, nuestro cuidado y el deseo de que el tiempo que dure su estancia entre nosotras sea tiempo preñado de la ternura de Dios.
Así se limpia mejor porque nos sabemos cuidadoras de la interioridad de quien vaya a venir, sea quien sea.
Puede que haya errores en la hospedería, probablemente se puede hacer mejor, pero procuramos cuidar tu estancia aún antes de que hayas llegado.
Dios ya está esperándote, ¿habéis quedado aquí? 😉