infidelidad suesa

El arte de la infidelidad a tu alcance

Hay muchas maneras de practicar la infidelidad, muchas, quizás demasidas.

Dice una amiga que el ordenador es una manera, como otra cualquiera, de ser infiel, cuando se le dedica un tiempo, y casi un afecto, que tendría que estár en centrado en otra parte. Es un buen ejemplo.

La infidelidad no ha de referirse, exclusivamente, a las relaciones de pareja. Se puede ser infiel en la amistad, en la familia, en el trabajo, en la relación con Dios, o incluso ser infiel contigo mismo.

Quizás no esté muy de moda ser fiel. Quizás las infidelidades se acepten con cierta ligereza pero, si somos honestos, a todos nos gusta que nos sean fieles.

Los «no pasa nada», «no es para tanto», o el «todo el mundo lo hace», circulan con tanta alegría por nuestro vocabulario que  acabamos creyendo su veracidad.

La infidelidad está muy relacionada con la deslealtad. Ambos términos suenan un poco anacrónicos pero ambos existen, y a veces campas a sus anchas.

Necesitamos decir con convicción que nuestra vida precisa de personas que nos sean leales, fieles, que nos quieran sin condiciones, nos animen, nos alienten y nos «lean la cartilla» con cariño. Necesitamos sentirnos fieles en aquellas tareas que nos encomiendan, sin ser una suerte de veleta caprichosa. Precisamos de una relación honesta con Dios, una relación no exenta de tropiezos, de pasos vacilantes y zancadas poderosas. Y, por supuesto, necesitamos ser leales con aquello que decimos, que creemos, que hacemos. La deslealtad acaba desembocand en la incoherencia, y esta es la puerta de la amargura.

Quizás sea interesante revisar un poco cómo son nuestra fidelidades, y nuestras infidelidades. Dónde pongo los afectos, los intereses, a qué/quién le dedico más tiempo, o menos.

Un cuaderno y un bolígrafo, un espacio tranquilo, veinte o treinta minutos de sosiego y… hala, comienza el test. No hace falta que lo compartas en las redes, la solución es solo para ti.