Ninguno Suesa

Ninguno y Nadie. De la mano.

Todos sabemos, o al menos muchos sabemos, que ha habido una temporada en la que uno de los temas de moda era la década de los 80. Que si E.G.B., Verano azul, Kit, Parchís, jugar en la calle con los vecinos y que nuestros padres nos llamasen por el balcón porque era la hora de cenar… Bendita infancia.

Crecimos con una colección de libros que hacía volar a nuestra imaginación. Uno muy solicitado en clase era el de Ninguno. Tal vez porque contaba historias que nos imaginábamos perfectamente, mejor dicho, que visualizábamos. Ninguno era un niño. Ese era su nombre. Y a lo largo de los capítulos descubrías todo lo que le ocurría en el día a día, a menudo cosas no muy afortunadas para nuestra mente infantil. Muchas veces se olvidaban de él. Por ejemplo, una vez estaba en clase y la profesora repartía caramelos a los niños, entonces preguntaba “¿a quién le falta caramelos?” y contestaban los niños: “a Ninguno”, y la profesora daba por terminada su repartición porque pensaba ya había dado a todos. Y, toma, Ninguno se quedaba sin caramelos. O estaban en el patio jugando al balón con la mala suerte de romper el cristal de una ventana, y aparecía el director preguntando “¿quién de vosotros ha tirado el balón?” “ninguno” (así, con minúscula); pero entonces, toma, castigo para Ninguno.

Cuando llevas un tiempo viviendo fuera del hogar familiar con otras personas, poco a poco caes en la cuenta de que aquel Ninguno, tiene un primo hermano en la vida real, Nadie, y que vive contigo. Verás como entiendes enseguida de qué te hablo. Veamos un ejemplo, seguro que con uno vale… te toca hacer la comida y a la hora de recoger la cocina, al barrer, pasas la escoba por debajo de un armario y aparecen cristales de algún vaso que se haya roto. Haces memoria, y no te suena que durante los días anteriores alguien haya comentado “se me ha roto un vaso”. Entonces preguntas: “¿a quién se le ha roto un vaso?”, y la respuesta es… silencio absoluto. ¡¡Toma!! La culpa es de Nadie.

La vida cotidiana, que nos habla de nuestras pequeñas responsabilidades, pequeños silencios negativos, pequeñas huídas,… La cosa es que en lo pequeño se pone de manifiesto también lo grande.