tacto suesa

La hondura y elocuencia de un abrazo

Querida amiga, no te imaginas lo que me he reído con la travesura de tu pequeña y tus ganas de darle un buen azote. Claro que… los pañales amortiguan mucho, ¿eh?

Esto nos da pie para hablar, en este tiempo de cuaresma y de revisión de los sentidos como puertas de la interioridad, del sentido del tacto.

Nosotras hemos escogido en comunidad, como lema de este bello tiempo de «cuaresmapascua» la frase «echémonos en los brazos de Dios». Sugerente, ¿eh? Es del libro del Eclesiástico.

Si pienso en el sentido del tacto como camino hacia Dios inevitablemente pienso en las experiencias que tengo de algunos abrazos, esos que son en silencio, largos, inexplicables y tremendamente elocuentes. ¿Quién abraza a quién? Son abrazos de a Tres, jajaja, dada la profundidad que se vive, que se expresa con ellos.

Pero también puedo traer a la memoria la brisa que refresca en momentos de bochorno,  la pertinaz lluvia de una oscura tarde de enero, la ardiente arena de agosto, o el pelaje suave del perro de mi niñez. Todo indica que estamos vivas, y eso nos recuerda, una vez más, que nuestro origen es Dios, el Dios de la vida. ¿Y qué me dices de los besos?, o de otros gestos cariñosos en los que permitimos tocarnos, sentirnos,…

Sí, lo sé, que no siempre el sentido del tacto evoca belleza. Sé que también puede ser camino para el horror: abusos, violaciones, maltrato, pobreza…, pero hoy quiero hablarte de lo hermoso de este sentido. Tan hermoso que si no sentimos una parte del cuerpo decimos que hemos «perdido su sensibilidad».

Dios nos toca, ¿sabes?, sí, a través de todo lo creado, por eso nos ha dado la piel, para emocionarnos, para estremecernos ante quien queremos, para sentir el frío y el calor, lo áspero y lo suave. Dios nos abraza, nos besa, nos susurra como la brisa, nos empapa como en el Jordán,… Dios se siente.

Amiga querida, te invito a echarte en los brazos de Dios en estos días de cuaresma. ¡Queda tan poco ya para la Pascua! Echarnos en sus brazos significa confiar, como tu niña confía en ti, que se atreve a dejarse caer desde la silla sabiendo con rotundidad que tú la recogerás, que no permitirás que se golpee.

La semana que viene será mi última carta,… creo que lo echaré de menos, pero esta bien quedarse con ganas de más… o eso dice una hermana de mi comunidad.

Claro, te envío un abrazo, largo como la bondad de Dios.

(foto cedida por A.Y.)