partitura suesa

El silenciamiento, partitura de Dios.

Una hermana coloca la partitura adecuada para poder tocar la cítara en la oración del amanecer. En el pentagrama, sin sobresalir, hay registrados varios silencios.

El silencio no es nada, no tiene representación externa expresa cuando hablamos, sin embargo en las partituras no es así, tiene sus propios caracteres.

El pentagrama está representado por diversidad de notas y cada nota tiene el carácter para su silencio, no es el mismo carácter el silencio de redonda, que el de corchea… cada nota tiene un tiempo de silencio.

Igualmente una vida sin silencio es una vida sin armonía, ni ritmo, al igual que una partitura sin silencios es una partitura atropellada que será difícil de tocar.

Una vida que no se deje tocar y buscar por el silencio es una vida atropellada, llena de ruidos, donde no se permite al sujeto escuchar la melodía que brota del fondo de su ser, una sucesión de ruidos que se viven en la superficie y que no permiten que crezca la música que vive dentro.

Al principio, cuando una persona comienza a tocar un instrumento, no hace caso a los silencios, está más pendiente de pulsar la nota correspondiente que otra cosa, con lo cual su ejecución es mecánica.

Lo mismo pasa con nuestras vidas, estamos tan acostumbradas a la eficacia, al hacer, a la perfección, que lo que nos preocupa es la inmediatez, la rapidez, la perfección  y esto no nos permite ser nosotras mismas.

Vivimos en un estadio de premura, de hacer cuanto más en menos tiempo y esto conlleva dispersión y, por lo tanto, ruido.

La aprendiz, al ejercitarse en tocar un instrumento, poco a poco va pasando de la ejecución mecánica a la técnica y va midiendo las notas para que la melodía se adecue a la partitura. Ya no hay ansia por la perfección, y empieza a escucharse, porque el silencio se va haciendo patente y se va disfrutando de cada nota y acorde.

Ya es capaz de escuchar.

Pero hay un momento posterior, cuando la partitura sobra porque surge la necesidad de dar rienda suelta a lo que brota en el interior. Cada nota se empapa de  silencio y no se escucha solo la nota sino también el silencio que da vida a esa nota.

El silencio es la posibilidad latente que vive en cada circunstancia, en cada persona, pero, como no tiene sonido no se atiende y, sin embargo, es la cuna, la incubadora de la Palabra y de la música

Cuando comenzamos a practicar el silencio nos agarramos al método, a las pautas que otros nos ofrecen. En este momento nos sentimos inseguras y acogemos las premisas que nos comparte quien tiene experiencia. Aquí estamos en lo mecánico, en la repetición.

A medida que vemos que ya conocemos la técnica, nos vamos relajando y la lucha del  cuerpo, sentimientos, va cediendo.

Me voy encontrando más cómoda y empiezo a intuir lo que el silencio puede aportar a mi vida.

Pero esto es ya otra reflexión…