
11 Oct Sin correr… quédate a la intemperie
Quédate.
En lo pequeño, en lo discreto, entre las flores y entre nosotros.
Juguetón, sorprendente, hecho de colores, de pensamientos, de sueños y de historias…
No es algo grande ni presuntuoso, no es complicado.
Está en tu camino, en tus preguntas.
Jesús, el enamorado, no esconde su promesa,
al contrario, la coloca lo más cerca de ti posible.
¿Dónde buscas?
¿En qué espacio te mueves?
Quédate a la espera, y también al descubierto, quédate a la intemperie, aguardando las luvias de otoño, las nieves del invierno, la tibieza de la primavera y el bochorno de verano.
Quédate, aguarda, descubierta y atenta. También tranquila, y paciente, confiando, no calculando, generosa en tu tiempo, en tus palabras y tus movimientos.
La promesa de Jesús en tu vida está a tu alcance. Extiende tu mano, expresa tu deseo.
Libertad y perdón. Perdón y libertad.
Sin saber qué va primero, ambos se dan la mano, avanzan y se te ponen delante.
¿Qué haces?
Abrázalos, hermana, y no temas, que Dios es más grande.
Afortunadamente es mucho más grande.