
17 Oct Pregón del Domund 2017, Luz Casal
Merece la pena leer el pregón del Domund de este año, realizado por la cantante Luz Casal.
Os dejamos un frgmento y aquí el enlace por si queréis leerlo.
Intro. Mujer y cantante, es mi voz la de una católica poco practicante, pero con unas raíces tan profundas, y una memoria tan ligada a la historia y a las celebraciones de la Iglesia católica, que muchas veces tengo la sensación de ser una buena cristiana.
Para hablar sobre las misiones y la celebración del Domund en este año 2017, he pensado hacerlo como si de una canción se tratara, haciendo este sencillo pregón que lleva el título “Sé valiente, la misión te espera”, y con una estructura que contiene esta pequeña introducción, seguida de una estrofa, después un estribillo, una segunda estrofa, estribillo, interludio o puente para llegar al final, con el último estribillo.
Primera estrofa. Aprendemos a convivir con la injusticia y la desigualdad, sin apenas advertirlas, como si nuestro cerebro estuviera envuelto en brumas, y nuestro corazón anestesiado por un consumismo que satisface los deseos inmediatos y efímeros y por el hedonismo, tan bien considerado, provocando con ello indiferencia y despotismo, que embrutecen y monopolizan nuestros sentimientos. Aun así, no conformes, vamos añadiendo pesados fardos de temores, egos y miedos, haciendo cada día la costra más dura, inmunizando los sentidos ante el callejón sin salida de la pobreza que nos humilla.
Cada vez es más difícil dejar de ser pobre, y la situación se enquista por las carencias del sistema de protección y de las ayudas, por la precariedad laboral y el desigual reparto de la riqueza.
La vida es un combate constante entre dos fuerzas: por un lado, están aquellos que son capaces de comportarse ordinariamente de manera inhumana, y en el otro lado, en el otro bando, están los “soldados” o misioneros que, aun conociendo la derrota y el desengaño, saben sobreponerse y con sus actos reparar el daño causado por los primeros, a la vez que siembran nuevos caminos con semillas que germinarán en los corazones de los desfavorecidos, hasta llegar a la victoria.
Cuando el tiempo se contabilizaba para mí de otra manera, las imágenes de unos niños felices de piel oscura, que por primera vez vieron mis ojos en el salón de actos de mi colegio, fueron el primer contacto que tuve con el Domund. Después de ver ese documental, rodado en paisajes muy alejados y distintos, las Hermanas Doroteas nos explicaron el significado de muchas palabras, entre las que destacaban por su reiteración misericordia y caridad, virtudes y valores que deberíamos incorporar a nuestras incipientes vidas, según nos dijeron, a partir de ese momento. Esa lección puso las bases, y fomentó en aquel grupo de niñas, nuestra futura predisposición a echar una mano al necesitado.
Hoy día nos cuesta pronunciar palabras como caridad, siendo esta una virtud superior de la moral cristiana que ha perdido significado en estas tres o cuatro últimas décadas. —Las palabras también están a merced de la moda, se desgastan, pierden protagonismo e importancia—.
En algún momento de nuestra vida diaria tendremos que tender la mano al náufrago, como dijo e hizo hace pocos meses el presidente de la ONG “Sea Eye”, “Ojo de la mar”, quien defendió que “ayudar ante el peligro es el deber de cualquier persona que esté en el mar, sin distingos a su origen, color, religión o convicciones”; y para que ese “náufrago” pueda continuar su travesía, necesitamos dedicarle unos minutos como los que algunos dedicamos a nuestros abdominales y glúteos, u ofrecer un donativo que no supondrá un gasto mayor que un botecito de crema antiarrugas o una hidratante de manos.
Un esfuerzo mínimo, semejante al que hacen algunas adolescentes al lanzar sin ton ni son besos al aire.
Estribillo. La belleza que provocan los pequeños gestos humanitarios regenera el mundo, y el amor lo salva.