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Va pasando el verano

Va pasando el verano. Poco a poco nos aproximamos al mes de septiembre. Hace nada, a finales de junio, en una de las reuniones de comunidad que tenemos semanalmente, reflexiionábamos sobre la llegada de la temporada de verano y el importante número de personas que iban a pasar por nuestra hospedería.

En la reunión nos recordábamos que cada huésped es expresión visible y palpable de Cristo y que nuestra misión no es ser unas monjas muy acogedoras, que también, sino, sobre todo, no estorbar el camino para que el huésped pueda vivir de la mejor manera posible su relación con Dios Trinidad.
Para ello nos esforzamos en facilitar unos espacios, tiempos, un clima (no el metereológico, por supuesto), y también una serie de indicaciones que ayudan a los diferentes huéspedes, y a la comunidad, a encontrar el punto justo para que todos y todas nos encontremos a gusto en ese tiempo de convivencia.

Y ya encaramos septiembre, muchos signos nos lo dicen: la luz, las higueras ya cuajadas de frutos, los cultivos de la huerta más mermados,… El número de visitas y de visitantes ha bajado. Todo empieza a sonar a mayor calma, a mayor sosiego.

Muchas voces han resonado (y las que quedan) durante este verano en nuestra capilla. La oración de docenas de personas revolotea vivamente por la nave de la iglesia.

Aquí quedan vuestros deseos, sufrimientos, vuestras dudas y certezas, las confirmaciones, entregas, agradecimientos y bendiciones. Procuraremos cuidarlo todo bien, velar por ello, continuar alimentando lo que de sagrado habéis dejado aquí, tanta vida, tanta fe.

«Por la entrañable misericordia de Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto», proclamamos cada mañana en el cántico del Benedictus. 

Gracias, Dios bueno, que te haces huésped cada mañana, que procuras el encuentro, la mirada y el Misterio.