
09 May Ecos de Pascua. Verdaderamente ha resucitado.
Después de llevar más de una semana en mi propia Galilea, toca echar la vista atrás para intentar escribiros unos ecos de esta maravillosa Pascua que hemos vivido. No se me da muy bien esto de mostrar mis sentimientos pero voy a intentar abrir mi corazón para poner palabras a esos días que disfrutamos como Comunidad o mejor dicho, como una pequeña Familia.
Pienso, pienso y no me sale nada, me viene a la mente la palabra INEFABLE, ¡qué casualidad!, creo que nadie la ha mencionado (ja ja), pero es que sólo los que allí estuvimos en todos los momentos, los “pascueros internos”, sabemos a lo que nos referimos, no hay palabras para expresar algo tan vívido, tan inexplicable y tan personal como es el encuentro con Dios. También me sale una sonrisa al pasar por cada día.
¡Qué fácil es actuar con la mente pero qué difícil es escuchar a tu corazón!
El miércoles, yo llegaba con una maleta llena y pesada, ¿qué había en ella?, pues es muy sencillo, estaba repleta de miedos, inseguridades, dudas… ahora me hace gracia, tenía miedo a quedarme sola, a no relacionarme con la gente y a tener demasiado tiempo para pensar en mí, pero fue poner un pie en Suesa y una sensación nueva apareció en mí, parecía que conocía a la gente de toda la vida, y es que en el fondo, todos habíamos ido con la misma intención, la de acercarnos a Jesús, sentir a Dios y formar Comunidad. Nos presentamos, tal y como somos con una palabra, recuerdo que dije “sigue tu corazón” porque ¡qué fácil es actuar con la mente pero qué difícil es escuchar a tu corazón!
Sonrisas, gestos, abrazo, danzas…
Ahora hablando más de ecos, yo me quedo con las sonrisas, las risas, los gestos sencillos pero tan ricos, abrazos, danzas, música, mucha música y escucharnos unos a otros, lloros, ojos brillantes y miradas intensas que dicen más que palabras, pero sobretodo me quedo con las personas que formábamos la pequeña familia, cada uno de su padre y de su madre pero unidos por un mismo fin. Y bueno, la anécdota del año, el agua tan caliente del lavatorio de los pies.
Solo puedo tener palabras de agradecimiento a la Comunidad de monjas, por transmitir con esa naturalidad la presencia de Dios, porque sólo con miraros se puede notar su presencia; por vuestra acogida, saliéndoos de vuestra zona de confort, soledad y oración y abriendo las puertas de vuestro monasterio para hacernos sentir como en casa; por vuestro entusiasmo, ilusión, y alegría que mostráis hacia todas las personas que se acercaron a las celebraciones y con nosotros en el día a día; gracias por compartir con nosotras vuestras vivencias, abrir vuestro corazón, guiarnos en todo momento pero sobre todo por vuestra disponibilidad, pero esa manera que tenéis de hacernos sentir tan queridas, tan especiales y tan bendecidas.
“Recordar es fácil para quien tiene memoria, pero olvidar es muy difícil para quién tiene corazón”
por esto, lo vivido en Suesa no se queda ahí, si no que somos testimonio de Resurrección en nuestro día a día, transmitiendo la luz de la vida de Cristo, porque se entregó por nosotros por amor y nosotros somos los elegidos para transmitirlo.
Doy gracias a Dios por haber tenido la oportunidad de vivir esta enorme experiencia, sin duda alguna una de las mejores de mi vida, por las personas que he conocido que se han quedado en mi corazón y por vosotras, las Hermanas.