
18 Abr Ecos de Pascua…
Desde hace unos años pedimos a quienes vienen al monasterio que nos envíen el eco de lo que ha quedado en su corazón. Puede ser después de un tiempo de voluntariado, de su paso por la hospedería o de celebrar con la comunidad el Triduo Pascual. Eso es lo que nos ocupa ahora, compartir el eco que vuelve de la Pascua, aunque aún estamos en la labor de dejar posar tanto vivido.
INEFABLE
Hemos escuchado una palabra que no se suele utilizar en nuestro lenguaje habitual, la palabra INEFABLE, aquello que no se puede expresar con la palabra, que está más allá… De alguna manera, aquello que se puede expresar solo de forma aproximada, sabiendo que nunca se llega a abarcar todo lo que el corazón vive. Es una palabra que había oído cuando empecé a estudiar teología, en el ámbito de Dios, antes de esto, parecía que todo era razonado y definido. Pero quienes hemos vivido los días del Triduo Pascual de una forma diferente, reuniéndonos para celebrar nuestra fe, sabemos bien a lo que se refiere. Y es que realmente es encontrarse con el Misterio de Dios.
En el corazón queda el eco, aquello que vuelve, pero que no vuelve vacío al chocar contra una roca, sino lleno de vida, al rebotar en el corazón de Dios.
¿Los ecos pascuales? Sonrisas, ojos que brillan, a veces llenos de lágrimas, otras llenos de esperanza, recuperados, vitales. Buenas noticias, que reflejan vida, anuncios de boda, abrazos y deseos sinceros y profundos. También el eco de lo vulnerable, de lo humano, de reconocernos criaturas, en las mismas miserias redimidas por Dios. Música, mucha música, una asamblea que canta que participa, que se involucra, que celebra, expresa y se de ha tocar. Y anécdotas, como el agua demasiado caliente del lavatorio de lo pies.
Sobre todo queda el eco de todas las personas que hemos venido a celebrar. Es verdad que alegra el corazón que cada año sean más, familias y comunidades, niños y mayores. Pero esto puede engañarnos y confundirnos con esa manía que tenemos por justificar las cosas a bese de números, de cantidades. Lo grande es el ardor del corazón que sentíamos, la sonrisa espontanea, auténtica, veraz. La presencia de Dios Trinidad, danzando y creando vida, tan palpable, tan INEFABLE…