testimonio huésped

Testimonio de una huésped

Querida comunidad de Suesa

Vine a vuestro monasterio estos cuatro días con la intención de tener un tiempo largo de silencio y oración, un tiempo pequeñito pero importante para seguir cuidando y alimentando nuestra pequeñita comunidad, y finalmente con la intención de dejaros una carta en la que os pediría que llevaseis a la oración la vida de las mujeres y los niños de nuestro proyecto. Afortunadamente esto último pudimos compartirlo antes y, sobre todo, llevarlo juntas a la oración.

Y vuelvo a casa con los propósitos cumplidos pero con mucho más. Dios no deja de sorprenderme y regalarme!

En estos días se ha confirmando en mi lo que viene siendo un camino desde hace años. La vida contemplativa. Si, eso he escrito: la vida contemplativa, vivida  desde mi ser madre, mi ser médico y  mi ser impulsora y cuidadora del proyecto con las mujeres. La vida contemplativa como la forma más plena de ser las tres cosas. Una vida transitada de punta a punta por la oración, por momentos largos robados a la madrugada y por la oración de cada instante, de cada acto, de cada encuentro, esa sensación tan íntima y tan plena de rezar como respiro: ¿podría vivir a penas un par de minutos sin respirar? No se bien cómo ni cuándo empezó Dios a llevar mi vida por este camino. Si se que fue serena, dulce y  libremente. Hace años empecé a leer y releer a Hildegarda de Bingen, Margarita Porète, o Catalina de Siena («Si tú te haces cauce, Yo me haré torrente», sentía Catalina que Dios le decía… y lo siento yo tantas veces!) Por supuesto a Santa Teresa, y, como referente más cercano Cristina Kaufmann. En los últimos años Etty Hillesum o Madeleine Delbrêl. Lecturas bien raras, ¿verdad? Siempre mujeres, siempre místicas.  Y casi cada página leída fue una llamada.  Una invitación a vivir mi vida de otra manera: En Dios y desde Dios. Haciéndole a Él todo el espacio, que Él ya hace espacio a todos en mi vida. Una vida contracorriente y sin referencias. Una vida desbordada de Amor. Y también a veces de la desorientación y la oscuridad más negra…

Después de tantos años en este camino esta ha sido la primera vez que he compartido un tiempo de oración y vida con una comunidad contemplativa. No se cómo poner palabras a lo que he sentido, a lo que ha significado para mí. Me lo imagino parecido a rozar el Cielo con los dedos. La delicadeza y el amor puesto en cada Oficio, la centralidad de Dios en todo, la belleza como forma de adoración, la vida enamorada… no sé qué de lo visto en vosotras y compartido ha sido más importante para mí. Solo puedo daros un ¡Gracias! enorme, profundo y emocionado.

Gracias también, y sobre todo, por hacer vuestro el deseo de cambiar la vida de cada una de nuestras mujeres. Enraizado fuertemente en la oración es de la única manera en la que esto puede salir adelante. ¡Os consideró ya una parte muy importante del proyecto!

Reitero  mi compromiso de escribiros cada jueves de «espera acompañada», de ir presentándoos poco a poco a cada una de ellas y haciéndoos partícipes de las cosas buenas y las dificultades.

Nuevamente mil gracias.

Un abrazo grande a cada una

Regina