
07 Jun La lenta eficacia del amor
Sí, eso es la vida monástica, una opción radical por ser eficaces a través de la lentitud del amor.
A muchas personas, personas incluso de la Iglesia, personas dentro de la vida religiosa también, les horroriza la vida contemplativa por inútil, ineficaz y absurda.
Muchas veces me encuentro casi justificando mi estilo de vida, casi pidiendo perdón por ser monja, por vivir una vida de mayor silencio y soledad, empeñada en buscar a Dios tozudamente en lo más simple y cotidiano, sin mostrarlo al exterior, sin evidenciar los beneficios de mi entrega. Mil veces me he interrogado sobre el sentido de esta vocación invisible. Pero… no puedo hacer otra cosa más que seguir con ella, porque un día escuché a Dios pedirme únicamente que estuviera con él.
La lenta eficacia del amor. Más de una vez he escuchado esta frase sin verbo, aparentemente inmóvil.
En la vida monástica, en la vida contemplativa creemos profundamente que lo que transforma, que lo que mueve, remueve y conmueve no es otra cosa sino el amor. Con menos ruido, eso sí. Por eso nos esforzamos en amar silenciosamente, respetando las diferencias de quienes vienen a nuestras casas, no juzgando sus criterios por muy lejanos que nos parezcan. Así creemos que sembramos, amando de forma anónima y serena, con nuestros límites y errores.
Confieso que en ocasiones tengo que renovar mi fe en esa siembra tranquila, sobre todo cuando me empapa el dolor del mundo. Pero entonces me doy cuenta de que es mi ego, mi soberbia, quien me hace pensar que mis manos, ocupadas en otros menesteres lejos de la oración, son más eficaces que mi corazón.
La vida monástica es terriblemente eficaz, porque gritamos que no es conveniente vivir en el consumo excesivo, preocupados principalmente por lo externo, que tu alma también necesita alimento, que es mejor darte cuenta de que formas parte de «un todo», con muchas más personas a las que afectan tus acciones o tu amor despistado.
Vivo de manera distinta porque Dios me lo pide así.
Vive tú también así, como te pide Dios.
El mundo cambiará entonces.