Carta abierta de un huésped

Os compartimos esta carta abierta de un huésped que pasó por nuestra hospedería hace un tiempo.

Queridas Monjas de Suesa:

Nos hemos leído el pensamiento con esta carta porque tenía pensado dejárosla encima de este mismo escritorio sin falta de que me lo dijerais vosotras. No le restaré sinceridad y me esforzaré en trasladar lo que siento y pienso a estos papeles.

Creo que salgo de este breve paso por vuestra casa más cohesionado, quizás he conseguido tirar algún muro de los que parcelan el alma sin demasiado sentido.

El simple hecho de veros y comprobar que existen personas capaces de renunciar, de ser leales y fieles a sus principios ya es un gran bálsamo para mí. Pero no solo me he encontrado con el previsible grupo de monjas, que ha de ser leal por definición, sino que he visto mujeres muy alejadas de cualquier cliché, tanto en esencia como en la práctica. He visto mujeres que conocen el poder mágico de la palabra y de la oración y toman la iniciativa para usar esta herramienta y referirse a Jesús como Madre y cambiar el género de las palabras para hacerlas incluyentes y, por lo tanto, más poderosas. He visto a mujeres trabajadoras que usan el taladro con la mano escayolada. ¡Hay que hablar con el sindicato! (jejeje). He visto a mujeres rebeldes, en el mejor sentido de la palabra, que son capaces de tomar una decisión tan complicada como es la de jurar vuestros votos y mantenerlos en un tiempo en que la sociedad exige vivir distraído, en la superficie y sin compromisos.

En lo poco que he podido hablar con algunas de vosotras salta a la vista que no actuáis por convención, que detrás de vuestros gestos y palabras hay un discurso crítico y una reflexión profunda sobre la existencia.

Dicho esto, y dejando clara mi sincera admiración, paso a hablar de mí y de mi obra que seguro os interesa más porque seréis más humildes y menos egocéntricas que yo.

Hace muchos años que decidí hacerme músico y poeta, tomándolo como un camino espiritual. En cuanto tuve los conocimientos mínimos empecé a girar y a tocar todas las semanas, así he dado más de 350 conciertos en los últimos cuatro años.

Esto agota a cualquiera y así es como me siento a veces. He tocado en bares de carretera, cuevas del Sacromonte, chiringuitos y cárceles dentro y fuera de Europa. Un delirio que hace que uno se enfrente con el miedo al ridículo, a la pobreza y a estar tirando la vida. Afortunadamente el miedo se supera y ahora vivo bien con este trabajo y actúo en teatros dignos donde la gente paga una entrada y “consume” mi obra, cosa que no me hace mucha gracia, a veces prefiero el miedo. Digo esto porque la principal razón por la que he venido es para reposar y para reconectar con la religión porque creo que es un deber para un artista. Esta tarde en un salmo cantábamos que de nada sirve custodiar una ciudad si Dios no la habita y pensé en el arte o la poesía, que solo deja de ser decoración y charlatanería cuando está habitada por Dios.

Bueno, pues con el desgaste de una vida intensa me he venido a pensar pero también he sentido. Vuestra música y vuestras oraciones, que recogen la palabra de Dios, me han hecho participe del dolor y el amor universales, aceptándolos sin pasividad, y también he sentido con viveza mis dolores y amores particulares, acordándome de las que faltan y las que han de venir.

Esa sensación me llevó a la acción y he retomado contacto con una persona muy importante en mi vida con la que llevaba diez años sin hablar, os lo agradezco.

Como final solo deciros que llevo tiempo preparando mi vuelta a la comunidad cristiana de forma activa y ahora ya es ineludible, así que retomaré la confirmación y trataré de compaginarla con la vida nómada que llevo.

No os deseo nada que ya no tengáis: fuerza, ánimo, alegría y satisfacción porque hacéis mucha falta y mucho bien.

Con afecto.

Pablo

P.D: ¡Volveré! Y lo haré mejor preparado para las oraciones, por eso prefiero empezar el camino mientras celebráis la eucaristía. Así siento que me queda algo pendiente y pienso con mayor fuerza en volver y en confirmarme.

Gracias, Pablo, por tu sinceridad, por tu búsqueda, por tu ponerte en camino, por tus palabras, también poderosas, por tu carta abierta que nos anima a seguir caminando. Te acompañamos en tu camino con nuestra oración y esperamos verte por aquí y felicitarte por tu confirmación.