
08 Mar Ofrenda de mujer
Ofrenda para una acción de gracias el día 8 de la Mujer Trabajadora.
Nuestros ojos, que a veces están cerrados por escamas de aburrimiento. Deseamos tenerlos abiertos para ver a nuestro alrededor, para mirar en profundidad mas allá de las apariencias, ojos que no catalogan, que se admiran, detienen y comprenden.
Boca, que a veces tiene la mandíbula y los dientes contraídos, sin poder dar ni recibir. Hoy te ofrecemos una boca sin mordaza, para poder hablar y denunciar la injusticia, para besar y proclamar la ternura.
Corazón, lugar profundo, lugar donde situamos los sentimientos, por eso a veces nos defendemos poniéndole armaduras. Centro afectivo que late y se agita ante el dolor en sus muchas formas y también que late ante la compasión, opuesta al juicio y la condena. Que esta compasión se derrame en esta ofrenda a todos.
Manos, antenas hacia el mundo, manos abiertas y no cerradas para retener, para acaparar. Abiertas para acoger, para estrechar otras, para ser caricia, ayuda, manos que cuando las lavemos sea porque primero se han manchado en el trabajo del día a día. Manos que cosechan la tierra, que dan espigas, que son pan que se fracciona para alimentar a todos.
Pies, no estáticos, sino que se mueven, que nos trasladan de un lugar a otro sin estancarse siempre en el mismo sitio, para así buscar lugares de acogida, de ensanchar conciencias. Pies que también sepan detenerse cuando hace falta para servir, para pisar las uvas, para ser vino que compartido da fuerza y vivifica.
Te ofrecemos nuestro deseo de ser cuerpo, de ser iglesia que por la unión de sus miembros sea ojos para alumbrar y caminar en la luz, boca para denunciar la injusticia y perdonar con un beso, corazón para acoger con ternura y compasión, y manos y pies para servir y caminar siempre hacia delante abierta al cambio.
Esta iglesia que es cuerpo se nutre y crece con el pan y el vino, comida fraternal, comida de comunidad, comida eucaristía que no es alimento fruto de un solo encuentro, sino resultado de muchos almuerzos y cenas, de muchos momentos compartidos de fiesta y de convivencia.
Ofrecemos al fin nuestro deseo de no quedarnos sin dar y compartir besos, miradas y trabajos para construir desde el amor el proyecto de la nueva humanidad que Dios quiere.
(agradecemos este material a «Mujeres y Teología» de Santander)