
09 Ene Bautismo del Señor. (Lc. 3, 15-16, 21-26)
«… Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo (…), y vino una voz del cielo: <<Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto>>».
Esta fiesta del Bautismo del Señor que hoy celebramos hace de bisagra entre el tiempo de Navidad que despedimos y el tiempo Ordinario en el que nos adentramos.
Los textos del Bautismo del Señor nos presentan el momento vocacional clave de la vida de Jesús. Los cuatro evangelistas, casa uno a su estilo, nos narran este episodio fundante.
Es el momento en el que Jesús descubre quién es: «el Hijo, el amado, el predilecto» y en esa identidad profunda descubre su misión, aquello que tiene que hacer.
Toda persona tiene vocación, porque toda persona tiene una identidad única e irrepetible que debe primero conocer y después desarrollar.
Todas las personas tenemos ese momento en el Jordán donde los cielos se abren, y como nos recuerda el Papa Francisco en su intención de este mes, descubre que es Hija/Hijo de Dios.
Ojalá nuestra oración de hoy nos predisponga, nos abra los ojos, los oídos, nos redescubra nuestra más profunda vocación y ese descubrimiento nos ponga en camino tras las huellas de Jesús.
Que esa voz del cielo haga arder de nuevo nuestro corazón para que vivamos este tiempo Ordinario, cotidiano, que comenzamos con verdadera pasión.
Dejémonos tocar las entrañas por nuestro Dios Misericordioso.
Trinidad Santa, susurra en nuestros corazones esa verdad tan profunda con la que nos has marcado: «Tú eres mi Hijo/a, mi amado/a, mi predilecto/a»