
19 Nov Vivir en tu presencia todos los días de nuestra vida
En comunidad reflexionamos muchas veces respecto al uso de nuestro tiempo, sobre todo al uso del tiempo referente al trabajo. La experiencia de rehabilitación del monasterio, con toda su intensidad, logró que la palabra “trabajar” a veces la tuviéramos demasiado en la boca, mal usada, y de palabra casi pasó a palabrota.
Nos cuesta diferenciar lo que es trabajo de lo que no es, a veces eso de la eficacia, de la productividad pesa demasiado y si no se ve la tarea cuesta más verla como trabajo. El trabajo físico, el trabajo más de despacho, el tiempo dedicado al estudio o la formación… ¿A qué le damos prioridad?
Costó mucho conseguir eso de las 8 horas de trabajo (ahora nos lo estamos cargando), se considera un logro. Pero, ¿hemos de trabajar 8 horas? ¿Por qué trabajamos ese tiempo?, ¿para ganar dinero? Mala cosa. ¿Por solidaridad con los parados, los niños esclavos, la gente que no puede permitirse un tiempo para descansar? Es decir, por pobreza, por austeridad. Eso está muy bien, pero volveríamos al tema de qué es trabajar.
Tenemos que mirar más a la naturaleza, aprender de la paciente espera de nuestra huerta, que no siempre da fruto. Aprender del ritmo de las mareas, cómo sube y baja la ría, sin prisa, siendo ría, no porque suba 3 veces al día en vez de dos la ría es más ría. No porque exprimamos el tiempo nuestro tiempo será más tiempo de Dios.
En este mundo nos vamos a morir corriendo.
Cuánto tiempo le regalamos al ordenador, al cuidado personal (al innecesario). Cuánto tiempo perdemos con una hermana hablando, o escribiendo una carta o un mail con contenido y con todas las letras. Cuánto ocupamos en contemplar, en observar lo que sucede a nuestro alrededor. Deberían castigarnos a veces a la silla de pensar, como a los niños, porque ni para pensar tenemos tiempo a veces.
Nos hemos inventado eso de dividir en fracciones nuestra vida para poder organizarnos mejor. Y ahora resulta que las agujas del reloj nos tienen enganchadas por la chaqueta. Ni eso, que los relojes son digitales y ya no tienen ni agujas.
Tiempo de morir, tiempo de vivir, tiempo de tirar piedras y de recogerlas…
Como dice el Benedictus: “vivir en tu presencia todos los días de nuestra vida”.
Quizás sea eso el origen y meta de nuestro tiempo.