La dinámica de la eficacia.

Decíamos que  Abrahán supo aprovechar el tiempo, a la vida le dio todas las oportunidades, incluso concibió, con Sara, claro, un hijo en la vejez.

No siempre aprovechamos el tiempo en nuestra vida monástica, es tal la cantidad de cosas que hacemos y que tenemos que hacer, que incluso una vez hechas, en realidad, han sido una pérdida de tiempo.

¿Qué es aprovechar el tiempo? ¿Ser más eficaces, rendir al máximo en el menor tiempo posible? No, aprovechar el tiempo, es, de nuevo, vivir conscientemente. Aquí tenemos cierto debate respecto al trabajo manual consciente, lentamente, etc. y el hecho de “rendir”. En el punto medio está la virtud, pero es cierto que, casi siempre, nos puede la eficacia, y nos va más eso de “hala, que tú puedes” que lo de “vale por hoy”. Y Jesús nos habla de darle a cada día su afán, no añadir más, nos decía que ya había llegado el tiempo, que “el tiempo se cumple hoy”.

Seremos realmente eficaces si extraemos sabiduría de lo vivido, si perdemos el tiempo leyendo, jugando, hablando, escuchando, mirando, soñando, orando, trabajando, imaginando, creando,…  ¿Cuántas veces hemos de leer tres o más veces un párrafo porque como no tenemos tiempo lo leemos por encima y hemos de volver a ´leerlo de nuevo para ver de qué va? Eso nos pasa con la vida, que no tenemos tiempo para vivirla y la pasamos por encima, pero hemos de volver a empezar muchas cosas para ver de qué va, o para entender lo que viene después.

Aprovechar el tiempo es que el tiempo sea en provecho de una misma, de la comunidad, de la sociedad… y para eso a veces la eficacia de hoy en día está reñida con la eficiencia.

Es complicado no entrar en esa dinámica de eficacia,  todo nos empuja a ello, pero de nuevo resuenan las palabras de Jesús: “mirad los lirios…”. Y Jesús no hizo milagros al estilo de los bautizos en los tiempos de de San Francisco Javier, casi a golpe de manguera, no, él se tomaba su tiempo, ante los enfermos, los moribundos y los muertos, todos estaban en el tiempo de Dios.