
07 Nov ¡Ay, el tiempo! (I)
Nuestra eternidad se teje con los hilos de lo cotidiano.
(REUTER, M., A corazón abierto, Sal Terrae, 2011)
Esta reflexión, que nos ocupará varias entradas, más que intentar dar respuestas, confía en suscitar preguntas, crear diálogo y reflexión. Además, no tenemos esas respuestas, para qué vamos a engañarnos.
Podríamos empezar pensando que el tiempo es la sucesión del pasado, del presente y del futuro, pero, claro, el pasado ya no existe, y el futuro aún tampoco así que sólo nos queda el presente, lo que está sucediendo en ese instante preciso, instante que acaba de pasar ya, que no se puede medir, luego no tiene tiempo, luego es pasado, luego no existe, luego… ¿será que no existe el tiempo y lo que existe es la necesidad humana de controlar, o el temor a la muerte, a la finitud?
Como estas filosofías quizás no nos lleven muy lejos (o quizás sí) intentaremos aterrizar un poco más.
1. PALABRAS SOBRE EL TIEMPO
Puede ser interesante echar un vistazo rápido a los verbos que usamos relacionados con la palabra tiempo: matar el tiempo, pasar el tiempo, aprovechar o desperdiciar, perder o ganar, faltar el, sobrar el, tiempo que todo lo cura,…
O los adjetivos: tiempo libre, escaso, veloz o fugaz, traicionero…
Exista o no el tiempo, sea invención o no humana, el caso es que esto de vivir lleva mucho tiempo así que procuremos disfrutar, saborear, paladear, compartir, entregar, regalar, nuestro tiempo.
2.EL TIEMPO EN LA BIBLIA
El tiempo es sagrado porque está entrelazado con la presencia de Dios.
Eso creemos los cristianos, que no es un tiempo profano, sino que es un tiempo sagrado. Y esto es magnífico y bellísimo.
Además, el tiempo es sagrado porque como el agua, el sol y otras cosas saludables y gratuitas… es un recurso limitado, del que a veces se apropian otros.
Si el tiempo es sagrado, nuestro tiempo es sagrado por eso mismo, por estar tejido con las finas puntadas de Dios, modisto de renombre.
La historia del mundo, dice el diccionario bíblico, es historia sagrada, es historia de salvación. Ya sabemos esto de la pedagogía de Dios, de ir revelándose poco a poco, hasta alcanzar el final pleno. Con Jesús, decimos, se llega a la plenitud del tiempo. El Reino se hace presente, casi pluscuamperfecto, todo lo que suceda a partir de ahí para los cristianos será siempre en referencia a Jesús. Y esto es esencial porque nos surge la primera pregunta:
¿Nuestro tiempo está en referencia a Cristo?
Y esto significa, entre otras cosas, que Cristo es el centro de la historia de la salvación pero que es una historia que no acaba en él, sino que continúa en cada ser humano, en la creación, en el universo.
Otra pregunta:
¿Soy consciente de que yo soy historia de salvación?
Nuestra vida, nuestra existencia, es historia de salvación, y no pretendo agobiar, ni mucho menos, sólo darnos cuenta de la gran responsabilidad que tenemos de vivir, y vivir bien, es decir, pegarnos la buena vida (y aquí, cada una, cada uno dándose un paseíto por su conciencia y madurez, sabrá qué es para ella darse a la buena vida).