monacato suesa

Buscando a mi hermana

No podemos por menos que dar gracias al obispo de Roma, Francisco, por haber querido dedicar este año a la vida consagrada. A nosotras nos está dando mucho juego, de alguna manera nos ha empujado a reflexionar con más motivación aún sobre nuestra vida, nuestra identidad, sobre aquello a lo que nos sentimos llamadas y urgidas… Está siendo un tiempo muy rico, de aprendizaje, de búsquedas comunitarias. Nos hemos concedido un tiempo más consciente para meditar, para orar juntas, celebrar,…

Son muchas las preguntas que estamos haciéndonos en nuestra comunidad. Nos interrogamos sobre nuestra escucha, por ejemplo. Es muy fácil dar por sabido. Es muy fácil cerrar la oreja cuando creemos que la que va a hablar ya no tiene nada nuevo que aportar. Con esta actitud nos negamos a la novedad de Dios en ella. Si decimos que la Palabra de Dios es siempre nueva… ¿cómo podemos pensar que quienes están más cerca de nosotras no van a regalarnos novedad dentro de la cotidianidad?

Las personas que practicamos con asiduidad algún tipo de meditación, o las que oramos sabemos de la importancia y necesidad de integrar los ruidos para que no nos molesten en el camino hacia el silencio interior.

Pero… no es ruido la palabra de mi hermana, es la voz de Dios.

Nuestra vida comunitaria está muy relacionada con nuestra vida como «escuchantes». Dedicar tiempo a escuchar a otros y no saber escucharnos dentro de la propia familia denota algún tipo de carencia. Todo es solucionable, con un poco de esfuerzo, de humildad, de ganas…

No es complicado evadirnos de la responsabilidad de saber cómo están nuestras hermanas de comunidad.Tampoco es difícil no dejar que las otras sepan cómo estás tú. Y no es preciso andar contando todos los entresijos de tu vida, basta, quizás con no ocultar en demasía que estás mal, o bien.