Transfiguración

Enmarcadas por el silencio.

A lo mejor no es casualidad que nuestra jornada comience y termine en el silencio. Al menos ése es el medio natural, sin aditivos, conservantes ni colorantes.

Otra cosa es que apabullemos la oreja y el corazón con ruido a cualquier hora.

Seguro que ese hecho, que amanezcamos en el silencio y concluyamos la jornada en el mismo, responde a alguna estrategia de Dios, que él sabe mucho de “marketing”.

Iniciar nuestro día con serenidad, ensanchando la mirada, escuchando la palabra de vida que brota del silencio, significa reconocer que Dios tiene un espacio privilegiado en nuestra existencia.Read More

Concluir la jornada, -con el polvo del cansancio y el humo de la lucha-, en el silencio misterioso de la noche conlleva el hermosos hecho del fiat . Porque la noche es tiempo de confianza, por eso es tan hermosa y posee tantas posibilidades de encuentros.

Dios nos inicia cada día en el silencio de la mañana y nos recoge en el de la noche. Ha rodeado nuestra vida de momentos privilegiados para que cerremos los ojos, busquemos nuestro centro y conectemos de nuevo nuestra existencia.

No siempre es posible, por supuesto. No todas las mañanas nuestro espíritu está tan despierto como para percibir ese silencio que nos alumbra, ni todas las noches, la acumulación de acontecimientos, imágenes, palabras y sentimientos permite percibir la clama, la hondura del final del día. Todo necesita un ejercicio, que nos empeñamos en educar nuestro cuerpo para poder tener buena calidad de vida a partir de los 70 y olvidamos la calidad de vida del alma, que también necesita su footing y su jogging. Hemos de practicar en la consciencia de cada momento. No importa si se vive en un monasterio apartado del núcleo urbano, o si es en el centro de una gran ciudad. Ayuda, claro, no vamos a ser tan idílicos, el ámbito exterior, pero no lo supedita (tampoco vamos a ser tan derrotistas). Igual quien vive en un lugar que en otro puede o no ser consciente de la invitación de Dios a reconocer el Silencio de la mañana y el de la noche, tan diferentes los dos, tan ricos ambos.

Ejercitarnos en la consciencia del regalo matutino y nocturno del silencio, del sosiego, hace que nuestro espíritu se nutra, se revitalice y genere nuevos frutos, a veces insospechados: mayor paz y armonía para afrontar la jornada y una mayor facilidad para reponer fuerzas y abandonarse en los brazos de Dios (eso sin tener en cuenta tantos ejemplos bíblicos en los que Dios se manifiesta en la noche, en el sueño).

Nuestra jornada está enmarcada en el ámbito de dos silencios: nacimiento y muerte, amanecer y ocaso. Ambos tiempos son hermosos, ambos generan vida. De cada uno, de cada una depende rellenar de una u otra forma el intervalo. Dios nos da pistas.