Con este ambicioso nombre bautizó Juan de Mata, fundador de la Orden Trinitaria a finales del s. XII, los edificios habitados por pequeños grupos de mujeres y de hombres traspasados por el sueño de anunciar el evangelio de la libertad. El propio nombre indica el proyecto: crear hogares en los que se respire comunión, relación, igualdad y solidaridad. En esas Casas de la Trinidad se gesta la prolongación de ese intento de vivir al estilo de Dios Padre-Hijo-Espíritu. Por eso Juan de Mata cuenta su sueño a otros y gana para ellos la libertad. En aquella época el anuncio liberador consistía, entre otras cosas, en rescatar cautivos de las cárceles musulmanas, atenderlos en los hospitales,…
La vida desde un monasterio nos invita a:
Crear una comunidad de amor como alternativa a la soledad
Ser personas de oración y reflexión como alternativa a la falta de sentido.
Ser hospitalarias entre nosotras y con quienes nos visitan como alternativa al prejuicio y a la división.
Ser partícipes de un trabajo que humanice y dignifique como alternativa al trabajo alienante e impersonal.
Ser signo de las Bienaventuranzas- no-violencia, gozo, justicia y paz- para la sanación de nuestro mundo que sufre.
Algo que es común para todas las monjas trinitarias es esa mirada orante hacia las personas que son perseguidas por causa de su compromiso cristiano y también el deseo de vivir en comunidad siendo iconos de Dios Trinidad. Estos dos aspectos inspiran nuestra vida consagrada y nos permiten vivir en comunión acogiendo la diferencia que hay entre un monasterio y otro a la hora de vivir nuestra vida. Ahí está nuestro reto: en ser y no aparentar, o ser lo que otros quieren que seamos, porque por carisma estamos llamadas a ser libres, estamos llamadas a la libertad de las hijas de Dios.
¿Cómo encajamos un proyecto tan antiguo y tan concreto en el siglo XXI? Resulta bastante fácil entender que nos recorre un deseo imperioso de vivir ese mismo estilo de Casa de la Trinidad, con la misma ambición que Juan de Mata.
Como monjas intentamos vivir un estilo sencillo, austero, sabiendo que lo que tenemos y lo que somos está a disposición de los demás. Pretendemos ir creciendo en disponibilidad para Dios y para aquellas personas que nos buscan o sencillamente nos tropiezan. Creemos, desde nuestra raíz, que Dios nos habita y enseña a mirar de otra manera, más humana.
Por eso como trinitarias nos esforzamos por crear buenas relaciones dentro de nuestra casa, aceptando y agradeciendo las diferencias que nos hacen crecer y nos enseñan a descubrir nuevas facetas de Dios. Siguiendo con nuestra sana ambición, sabiendo, por experiencia propia, que Dios es sanador de nuestras heridas, queremos poner nuestra casa al servicio de las diferentes esclavitudes de hoy en día. Queremos hacer de nuestra casa un lugar de paz, de oración, de encuentro con la Vida, una verdadera casa de la Trinidad, donde cualquier persona se experimente como alguien único e imprescindible en el desarrollo del universo creado por Dios.
Éste es nuestro servicio en la lucha contra la esclavitud.