Pregunta

Sábado de la VIII Semana del Tiempo Ordinario

“-Os voy a hacer una pregunta y, si me la contestáis, os diré con que autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme.»

(Mc 11, 27-33)

Pillar a Jesús en una trampa no es tarea nada fácil. No se le puede pillar porque en Jesús no hay mentiras, todo él es auténtico.

A la inversa, la razón por la que sus adversarios van quedando en evidencia es, precisamente, porque no se acercan a Jesús desde la verdad. Cualquier pregunta que le lanzan lleva siempre escondidas otras intenciones.

Sin embargo, quienes se acercan a Jesús con una pregunta sincera siempre encuentran en él la luz que buscaban.

Hoy podemos reflexionar acerca de cómo son las preguntas con las que nos acercamos a Dios, y también a las demás personas. ¿Manifestamos nuestras intenciones o andamos queriendo “pillar” a las demás? ¿Somos sinceras o tratamos de imponer nuestras propias mentiras?

Vivir en la verdad no es una tarea fácil. Hace falta mucho coraje para reconocer la parcialidad de nuestras pequeñas verdades. Sin embargo, es un ejercicio enormemente liberador y trae consigo grandes ganancias. Cuando somos capaces de reconocer nuestras mentiras le abrimos la puerta a la humildad. Y la humildad nunca viene sola, siempre la acompañan la confianza y el amor.

Por el contrario, si nos mantenemos en nuestros miedos y medias verdades nos pasa como a los sumos sacerdotes, letrados y senadores que nos quedamos pillados en nuestras propias trampas. Prisioneros de unas seguridades que no aseguran nada.

Y aunque podemos aparentemente ganar la batalla, la guerra no termina nunca porque siempre hay alguien amenazando nuestro mundo de mentiras.

Con lo cual vivir en la mentira tampoco es tan relajado. Ahora solo nos queda decidir si invertimos nuestros esfuerzos por el camino de la verdad o por el de la mentira. Lo peor de esto es que podemos decidir, y tenemos que hacerlo. La decisión que tomemos será solo nuestra.

Oremos

Trinidad Santa, danos coraje para ser libres y vivir en la verdad. Amén.

Domingo de Pentecostés