
09 Jun Sábado de la IX Semana del Tiempo Ordinario
“Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”
Este evangelio de hoy, a simple vista, parece inofensivo. Una sencilla anécdota dentro de la vida de Jesús. Incluso nos podemos quedar pensado: “¿qué hacía Jesús mirando lo que los demás echaban? ¡Qué poco discreto!”
Pero por más que intentemos desviar nuestra atención o entretenernos con otras cosas, la Palabra no nos deja escapar. Nos pasa como a los discípulos que andaban mirando para otro lado, pero Jesús les llamó y eso, inevitablemente, les abrió los ojos.
Jesús nos hace fijarnos en el insólito gesto de una mujer pobre y, además, viuda. Es decir, en alguien sin ningún interés. Una de tantas. Una marginada más en un sistema que sabe cómo excluir a muchos para enriquecer a muy pocos, y esto, aunque ahora lo llamamos capitalismo, viene existiendo desde que apareció el primer ser humano sobre la tierra.
La tentación de dominar a las demás anida en toda persona, en cristiano lo hemos llamado pecado original, pero la verdad es que está ya muy gastado y repetido. Sin embargo, junto a esa tendencia a dominar, en toda persona existe también una verdad insobornable e irreductible: solo crecemos y nos desarrollamos cuando nos compartimos con las demás en igualdad. Solo cuando nos decidimos a “parecernos” a esa imagen que llevamos impresa en lo profundo del corazón (la imagen de un Dios que es relación de amor) es cuando de verdad nos hacemos libres. Y es lo que había descubierto esa mujer anónima y pobre que aquel día se acercó al cepillo del Templo y dio lo que tenía.
Hace falta creer de verdad que eres imagen de Dios y que vales por lo que eres, para acercarte a un lugar como el Tesoro del Templo de Jerusalén. Aquello estaba lleno de gente rica deseosa de hacer ostentación de su generosidad… Pero aquella mujer debía tener los ojos puestos en el mismo lugar que Jesús: en el corazón del Padre, por eso pudo acercarse con decisión y sigilo hasta el cepillo, dejar allí su ofrenda y entregarse con confianza a las manos del Padre. Jesús hará justo lo mismo en la cruz.
Oración
Descúbrenos, Trinidad Santa, quienes somos y lo valiosas que somos para ti, para que así podamos entregarnos en un derroche de generosidad.