
21 Abr Sábado de la Segunda Semana de Pascua
“Al oscurecer los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaúm.”
Este tiempo de Pascua recién estrenado nos coloca en una noche difícil. Y en un primer momento sale decir: “esto no le pega al tiempo de Pascua”. Pero enseguida se empieza a descubrir que sí.
El tiempo de Pascua es un tiempo de contrastes. Aquellas primeras discípulas y discípulos necesitaron todo un proceso para acomodarse a la nueva situación. Y como todo proceso tuvo sus durezas y contrariedades.
El haber convivido antes con Jesús o el encontrárselo resucitado después, no les ahorró ni una sola duda ni un solo temor. El encuentro con el resucitado se abre paso a través de la noche, en medio del viento y sobre un lago encrespado. De alguna manera, todo esto de la resurrección comienza al oscurecer, se gesta en la noche y despunta con el amanecer.
No sabemos qué ocurrió en la intimidad y el silencio del sepulcro, los evangelios no nos lo cuentan. Solo sabemos que hubo que enterrar a Jesús a toda prisa y marchar. Tampoco sabemos qué hicieron los discípulos durante ese tiempo, pero podemos imaginar que la travesía por el lago del relato de hoy es una metáfora de la experiencia interior que tuvieron.
Desde la muerte de Jesús hasta Pentecostés podemos imaginar que fue un tiempo de mucho “zarandeo”. Todo un proceso que va desde ese “al oscurecer” hasta alcanzar la orilla que muestra un nuevo camino y el “yo soy” de Jesús se llena de contenido. Sí, solo después de la resurrección y del camino interior de cada discípula es posible descubrir quién es Jesús. Para después descubrir quienes somos nosotras y qué camino se nos abre.
Oración
Acompaña, Trinidad Santa, la noche que nos lleva al encuentro con el Resucitado. Amén.