
10 Mar Sábado de la Segunda Semana de Cuaresma
“Me pondré en camino, volveré a casa de mi padre y le diré…”
Terminamos esta segunda semana de cuaresma con esta parábola que es todo un clásico; si se tratara de una película, sería de las de sofá y manta. Pero no, Jesús no nos llama a escuchar o leer por encima el evangelio de hoy con actitud de “como ya me lo sé…” y mucho menos, a acomodarnos en nuestro camino de discipulado.
Veamos: ¿has buscado alguna vez en el diccionario el significado de «pródigo»?. Es la «persona que desperdicia o consume su hacienda en gastos inútiles e incontrolados». El hijo pródigo y sus correrías. Pródigo, sí pero ante todo hijo. «Pródigo» no es más que un adjetivo, feo, fuerte o todo lo que le queramos añadir; hace referencia a las acciones, a ese desperdiciar o consumir. Nadie es una acción, no somos las acciones que realizamos. Sin embargo, hijas/os sí. Somos hijas desde que nacemos hasta que morimos; o incluso desde antes de nacer, desde el momento en que nos conciben hasta la eternidad. Fíjate, nuestra condición de hijas es mucho más duradera que nuestra vida.
Y donde hay hijas, hay madres y padres, biológicos o no, hay alguien que cuida, perdona y ama; hay alguien que educa y ama; alguien que permite y ama; alguien que espera y ama.
Espera un momento. Jesús dice que el hijo se levanta para ir donde su padre. Esto es muy diferente a lo que nos ocurría de pequeñas, a esas discusiones entre hermanos que nuestros padres cortaban con un: “¿me tengo que levantar?”
Aceptemos la invitación de Jesús, pongámonos en camino y volvamos nuestro corazón hacia nuestro Padre, volvamos a casa como el hijo menor… ¿qué le diremos?
Oración
¿Qué le dirás? Aunque creamos que podemos solas, aunque creamos que no te necesitamos… aún nos quedas Tú, esperando que volvamos a casa.
Gracias, Trinidad Santa.
Amén.