
10 Feb Sábado de la V semana del Tiempo Ordinario
“Uno de aquellos días, como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: -Me da lástima de esa gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino.”
A Jesús le gusta contar con sus discípulos, por eso, aunque parece que ya tiene pensado darle de comer a la gente que está con él, primero habla con ellos. Los llama y les expresa su preocupación. No quiere despedir a la gente en ayunas. Esa gente ha estado con él sin pensar en nada más, sin preocuparse por ellas mismas. Comiéndose las palabras y las enseñanzas de Jesús, y ahora Jesús quiere darles de comer. Quiere nutrir sus cuerpos como ha saciado sus corazones.
Nunca olvida los detalles importantes y comer es muy importante. La gente que seguía a Jesús en su mayoría era gente sencilla, pobre. Gente que trabaja cada día para poder comer. Así que si durante tres días no habían trabajado tampoco tendrían dinero para comprar pan.
A los discípulos los vuelve a pillar desprevenidos, está claro que, aunque pasan mucho tiempo con Jesús, no deja de sorprenderles. Ellos se ven a sí mismos incapaces de hacer frente a la situación; “-¿De dónde vamos a sacar pan para todos estos aquí en despoblado?” Pero Jesús está empeñado en contar con ellos y con su debilidad: “-¿Cuántos panes tenéis?»
Por ahí empieza siempre sus milagros por lo poco que podemos ofrecerle. Y es que Él necesita muy poco para hacer maravillas, pero no las hará sin ese poco. Cuando nosotras nos resistimos, cuando retenemos nuestro poco, bloqueamos sus milagros. Pero cuando ofrecemos lo que tenemos, aunque sea insignificante, entonces permitimos que la gracia de Dios fluya, se despliegue.
Oración
Danos, Trinidad Santa, un corazón arriesgado, capaz de ofrecer aquello que tiene, para dar de comer a quienes lo necesitan.