
30 Sep Sábado de la Semana XXVI del Tiempo Ordinario
“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.”
El evangelio de hoy nos muestra la reacción de Jesús ante el entusiasmo y la alegría de sus discípulos recién llegados de su primera misión: una oración de acción de gracias.
Jesús siempre se acuerda del Padre. Pasa largas noches de intimidad con él. Pero también lo tiene presente en medio de su cotidianidad. Por eso sabe traducir la alegría de los suyos en esta hermosa oración: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a las gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.”
El diálogo con Dios en Jesús no está reservado para algunos tiempos especiales a lo largo del día (aunque tampoco le faltan), sino que va permeando todo su día, toda su vida.
Jesús es diálogo con Dios, su vida es encuentro y en ese encuentro todo lo humano halla la plenitud a la que está llamado.
Del silencio brota la palabra, de la intimidad la alegría, y el tiempo de soledad nos prepara para encuentros cada vez más profundos. Así los opuestos encuentran su lugar y emerge la complementariedad. Quien vive en esa unidad es capaz de acoger la alegría ajena y hacerla propia, como hace Jesús con sus discípulos.
Ellos habían llegado emocionados después de esa primera experiencia de anuncio del Reino y el Maestro les escucha, les acoge, se hace uno con ellos y los une al Padre.
Oración
Trinidad Santa, que nuestro corazón sea siempre agradecido, que nuestras vidas sean una acción de gracias a ti. Amén.