
09 Oct Sábado de la semana XXVII del Tiempo Ordinario
«Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».
Lucas nos llena este día con esta bella bienaventuranza pronunciada por Jesús. Más que pronunciada también gritada, como la mujer que un momento antes ha piropeado a la buena de María,
Jesús desvía el piropo, como hace siempre que le echan flores. No es dichosa, bendita, María por ser su madre sino por creer que Dios lo ha enviado.
Si nos fijamos con atención en otros textos, vemos cómo Jesús se quita del medio, cómo intenta que la mirada no se centre en él sino en su Padre. Sabe que todo lo que él es, que todo su ser lo es en tanto en cuanto su mirada se orienta hacia Dios.
En las palabras de Jesús hay dos enseñanzas, Por un lado, como decimos, nos anima a quitarnos del medio, a descentralizarnos, a no permitir que el ego, ese bichejo tozudo que tiene morada alquilada al lado de nuestro corazón, se crea que rige nuestras vida. Por otro lado nos muestra la importancia de creer en la Palabra de Dios y la importancia de actuar en consecuencia. Las dos cosas.
Ojalá aprendamos a adquirir esa elegancia de espíritu que nos facilite el camino de la humildad y la compasión.
Ojalá aprendamos a adquirir la generosidad necesaria para piropear a quienes nos rodean, sonriéndolos y concediéndoles un trozo de nuestra alegría y reconocimiento.
Os invitamos a lanzar un piropo hoy a aquella persona que tengáis más a mano. Mirad la belleza de su corazón y decídselo.
Oración
Que nuestro pensamiento, palabra y acción sean espacios donde se manifiesta tu presencia, Señor. Que sepamos abrirnos a los susurros que brotan de ti, con ese empeño que tienes por continuar embelleciéndonos, haciéndonos, día tras día, más parecidas a ti.