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¿Qué puedes meter en la mochila?

Los silencios son reveladores, ¿verdad? Como esos líquidos que sacan a la luz el contenido de una fotografía cuando esta se revela de manera manual.

Los silencios son muy parleros, a veces. Otras veces no, otras veces lo que hacen es llenar de contenido las palabras que no se pronuncian, los sonidos que está mudos, los ruidos que avanzan callados.

Cuando tienes intención de meterte en el silencio es bueno que prepares bien la mochila, sin llenarla demasiado, pero sí con algunas cosas necesarias: paciencia, valor, ternura, confianza… Con eso es suficiente.

El silencio se convierte en ocasiones en desierto, y entonces se pasa calor, mucho calor, y surge la sed, que a su vez genera debilidad y vulnerabilidad, porque en un desierto no es fácil encontrar agua si no te atreves a adentrarte un poco más.

Pero las noches del desierto también son frías, muy frías, y entonces el calor ya no existe, y el cuerpo te tiembla entero, y el alma también un poquito, y buscas un arrimo, un rescoldo, pero tampoco es fácil encontrar un buen fuego en el desierto, aunque existen.

El silencio del desierto te desnuda de tu verdad y te pone los espejismos de tu vida delante, para que vayas haciéndolos añicos con la firmeza de las pisadas, con lo que llevabas en la mochila: paciencia, valor, ternura y confianza.

Cuando sales del desierto generado por el silencio aprendes a convertir la afonía del alma en apertura a la trascendencia.

Todo es gracia.

Todo es calma.

Entrar en el silencio puede ser una opción, una necesidad, incluso una manera de gritar.

A medida que transcurren los días, surge cierto comadreo con el silencio,  y ya no duele tanto, porque se lo has contado todo, y ya sabes que los demonios huyen de la sinceridad y la misericordia.

Los días transcurren serios, preocupados por el deslizamiento de los minutos, no queriendo que ninguno sea vano, que sean todos oportunidad y regalo, incluso en la fealdad de la experiencia.

No, fealdad no. Dureza, mejor dureza de la experiencia.

No siempre.

No siempre.

La vida se sostiene en la belleza de la mirada de Dios.

Tu vida se sostiene en la belleza de la mirada de Dios.